Vivimos un momento propicio

Vivimos un momento propicio

François Houtart
Entrevistado por Sergio Ferrari


Sin hacerse ilusiones ni magnificarlo, Houtart señala que "algo está cambiando" y es un "momento propicio que hay que saber aprovechar. El supuesto "triunfo" neoliberal y el "final de la historia", abrumadoramente aceptados en el "pensamiento único", comienzan a hacer agua. Es un momento pues de inflexión. Y apunta una táctica: apoyarse en esa brecha luchando por la "deslegitimación" (tarea de conciencia) del sistema, y crear "convergencia" ( globalización) en la sociedad civil...

En los últimos cinco o seis años se ha producido una verdadera explosión de movimientos sociales, redes, foros, tanto en el Norte como en el Sur. ¿Cuál es su valoración al respecto?

Es un fenómeno importante que motiva una nueva dinámica de acción y reflexión. Moviliza a gente que se había desmovilizado en la última etapa e incorpora a otros que nunca se habían movilizado.

Algunos de estos movimientos tienen raíces en iniciativas que existían antes, otros son nuevos. Pienso, por ejemplo en ATTAC (Asociación a favor de la Tasa Tobin a las transacciones financieras a favor de los ciudadanos y las ciudadanas ) o el Foro Mundial de Alternativas. Percibo, sobre todo, que vivimos un momento que si lo aprovechamos bien puede ser portador de esperanza.

¿Pero qué señal, qué mensaje, aportan estos nuevos actores en esta escena planetaria tan marcada por la rentabilidad y el individualismo a ultranza?

Me vienen a la mente tres puntos. En primer lugar, constatar que impactó mucho lo que pasó en Seattle (diciembre 1999). Las grandes instituciones del mundo capitalista deben considerar este hecho. Antes tenían mucha fuerza para recuperar o incluso ignorar al movimiento social. Ahora -y se nota incluso en los medios de prensa- esas instituciones, «triunfantes» desde la caída del Muro de Berlín, empiezan a tener que justificarse. Y notan que son vigiladas por los nuevos movimientos. Esto es muy importante.

En segundo lugar, percibir que va ganando fuerza la iniciativa por desle-gi-timar el actual proyecto de organización mundial de la economía. Es fundamental. Aunque no basta para cambiar todo, es una etapa esencial. Valga como parámetro lo que pasó durante la guerra de Vietnam: si bien es cierto que el fin de la misma se debió esencialmente a la lucha del pueblo vietnamita, tuvo un impacto clave en el desenlace la deslegitimación de la guerra en la misma sociedad norteamericana. Hoy también estamos en un momento histórico donde debemos promover con argumentos sólidos -y no sólo con sentimientos- la desle-gi-timación del sistema capitalista que siempre se presentó como el más eficiente de la historia.

¿Estos nuevos actores pueden realmente cambiar la lógica actual dominante?

No debemos ser ingenuos. Tal vez se logre cambiar el discurso de la Banca Mundial, del Fondo Monetario Internacional, eventualmente de la Organización Mundial del Comercio o de la Comunidad Europea. Son instancias, poderes, lo suficientemente inteligentes y estructurados como para adaptar el discurso. E incluso para proponer un diálogo con las nuevas fuerzas «contra-corriente» que se manifiestan con más ímpetu.

Pero es una propuesta en la que no debemos caer. Porque si este nuevo movimiento ciudadano a nivel mundial cae en la trampa del diálogo, esta actitud implica un primer paso hacia su auto-destrucción. No se trata de diálogo sino de confrontación. No significa, necesariamente, con violencia en las calles... Pero sí, una confrontación que permita establecer otra relación mundial de fuerzas .

¿Entonces, no-diálogo y desle-gi-ti-mación con argumento sólidos?

Así es. Lo que se percibe con estas reacciones contestatarias que se dan en el Norte, Sur y Este es que se empieza a dudar de la misma eficacia económica del sistema. Y vuelvo a insistir en lo que decía antes: el valor de la deslegitimación, que si bien conlleva una actitud ética y moral, debe ser, sin embargo, primero que nada , económica.

Un punto clave: si se define la economía como la actividad humana que permite construir las bases materiales que aseguran la vida física y cultural de la humanidad, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que el sistema capitalista es lo más contradictorio con esa definición. Y lo más ineficaz de toda la historia de la humanidad, en un planeta donde las dos terceras partes de sus habitantes pasan hambre o viven en la miseria.

Esa deslegitimación exige argumentos bien estructurados. No es fácil enfrentar al sistema capitalista y su cultura de consumo. Se debe mostrar al mundo entero cómo este sistema permite la producción de bienes que más que satisfacer las necesidades básicas de todos están pensados para dar respuesta a los deseos de una parte ínfima del planeta.

No es fácil confrontar a un sistema que expresa continuamente su complejo de superioridad y que tiene toda una estructuración sólida para mostrar al mundo que no existen otras alternativas y que eso queda probado, según él, con la derrota del socialismo real europeo. Y, por lo tanto, que es el único sistema posible...

Usted habló de tres niveles de análisis... Nos falta uno.

En efecto. La tercera constatación, que constituye un aspecto nuevo, es la convergencia de estos movimientos tan diferentes los unos de los otros. A partir de la caída del socialismo real en el Este de Europa hemos aprendido que hoy no se trata de construir un partido único de vanguardia, que tendría la tarea única y exclusiva de dirigir el movimiento revolucionario. ¡No! Constatamos que existen fuerzas muy numerosas cuya existencia depende de la evolución misma del sistema.

Nuevas expresiones de resistencia, desde los movimientos indígenas, hasta los de mujeres, pasando por Chiapas, por los grupos ecológicos o la contestación de los «dalit», los oprimidos, en India... Y cientos de otras manifestaciones contestatarias que escapan a formas y contenidos «tradicionales».

¿Según su interpretación, entonces, esas nuevas formas organizativas expresan la inviabilidad del sistema?

Evidentemente. Pero es necesario introducir dos elementos adicionales. En primer lugar, que las convergencias son imprescindibles. Y segundo, que no todas estas nuevas formas de resistencias son realmente anti-sistema. No todas están conscientes que deben luchar contra un sistema económico fundamental.

Decía antes que no bastan los discursos para el cambio... ¿Pero entonces, en su análisis, existe una posibilidad real de cambio?

Sí. A condición que se construya una convergencia consciente del carácter anti-sistema que se debe promover. Implica la construcción de una nueva conciencia y la definición de una nueva estrategia. Seattle es interesante porque se juntaron movimientos y organizaciones que hasta ese momento se miraban con recelos.

¿Converger con algunos acuerdos programáticos mínimos?

Exactamente. Y es la principal debilidad del momento. Hay numerosas resistencias que convergen. Pero también, sigue existiendo una diversidad enorme. Es fundamental acumular fuerzas y un mínimo de programa de consenso. No sólo sobre lo que hay que deslegitimar, sino también sobre lo que debemos construir.

Aquí surge todo el tema de la formulación de alternativas y la construcción de fuerzas capaces de llevarlas adelante. Debemos reflexionar sobre la convergencia de estos movimientos y sobre un proyecto político. Y es claro que los puntos de vista pueden ser muy diferentes.

Por otra parte, es importante, ver en perspectiva de futuro. Distingo dos grandes líneas de pensamiento: la neo-capitalista (neo-keynesianismo) y la pos-capitalista. La primera intenta mejorar y humanizar el sistema. Ahí, por ejemplo se ubican la socialdemocracia, la democracia cristiana, la «tercera vía». La otra, que se opone fron-talmente al sistema y propone cambiarlo. Sabiendo que ese cambio puede llevar siglos. Basta recordar que el capitalismo demoró cuatro siglos para construir su base material que le permitiera reproducirse.

Por otra parte, no es fácil distinguir siempre las fronteras de esas formas de pensamiento. Por ejemplo: con respecto a la Tasa Tobin, los dos pueden estar de acuerdo, aún con filosofías muy opuestas. Unos para mejorar el sistema. Otros, entendiendo que son pasos para un cambio de fondo que, insisto, puede ser largo.

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El triunfo del sistema

La diferencia de ingreso entre el quinto de la población mundial que vive en los países más ricos y el quinto que vive en los países más pobres era superior a la relación de 30 a 1 en 1960, superior a la relación de 60 a 1 en 1990... pero en 1997, cuando ya el capitalismo "triunfó" y quedó sin enemigo, la relación ha pasado a ser de 74 a 1.

Entre países, la distancia entre el país más rico y el más pobre era de 3 a 1 en 1820; de 11 a 1 en 1913; de 35 a 1 en 1950; de 44 a 1 en 1973; de 72 a 1 en 1992.

A fines de los 90 el quinto de la población mundial de los países más ricos tenía:

-el 86% del PIB mundial (el quito más pobre sólo tenía el 1%);

-el 82% de los mercados mundiales (frente al 1%);

-el 68% de la inversión extranjera directa (frente al 1%);

-el 74% de las líneas telefónicas mundiales (frente al 1'5%).

Las 200 personas más ricas del mundo duplicaron con creces su activo neto en los cuatro años anteriores a 1998, a más de un billón de dólares; su activo es superior al ingreso combinado del 41% de la población mundial.

Los activos de los tres principales multimillonarios son superiores al PNB combinado de todos los (43) "países menos adelantados" y sus 600 millones de habitantes.

Una contribución anual del 1% de la riqueza de las 200 personas más ricas del mundo podría dar acceso universal a la educación primaria para todos (7 u 8 mil millones de dólares).

Datos del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD de 1999. </p