Por un Jubileo de verdad

Por un Jubileo de verdad


La llegada del año 2000 y la convocación de la celebración en nuestras Iglesias de un Jubileo, pueden ser ocasión de reflexión crítica.

En torno al año 2000

En realidad no estamos llegando al año 2000, que ya fue. Hubo un error de cálculo al establecerse la cuenta de los años de la “era cristiana”, por lo que hoy sabemos con certeza que hay entre 4 y 6 años de inexactitud respecto al nacimiento histórico de Jesús. Ello, claro está, no es óbice para una celebración, que no deja de ser simbólica más que exacta; pero es bueno saberlo, para ser más conscientes.

Hay que recordar que, en rigor, el año 2000 lo es sólo dentro del cristianismo. No es año 2000 para los chinos -la quinta parte de la humanidad-, ni para los hindúes -la sexta parte-, ni para los musulmanes -que desde 1986 ya son en el mundo más numerosos que los católicos-, ni para las culturas y religiones africanas, ni para las religiones indígenas, ni para la inmensa mayor parte del Oriente asiático... Para muchas de estas religiones y culturas el año comienza en otra fecha que el primero de enero y la cifra de su cómputo -que a veces ni siquiera es cifra- nada tiene que ver con el 2000. Dar como por supuesto que el mundo entero y todas sus religiones están en “trance de 2000”, no deja de ser un error de perspectiva provinciano y fundamentalista, por más que sea verdad que Occidente, con sus expansionismos de todo tipo y su dominio económico ha impuesto una omnipresencia de su cómputo de los años, imposición que no constituye precisamente un homenaje a Jesucristo ni debe hacernos perder de vista la permanencia de la diferencia de las identidades culturales y religiosas . Pensar en cambios importantes y "globalizados" en el mundo por la razón fundamental de que cumplimos años los cristianos, no dejaría de ser un chauvinismo y un avasallamiento en esta época de mundialización y de diálogo de religiones.

Los cristianos y los hombres y mujeres culturalmente adultos, en general, están ya liberados de la fe mágica en días o años “fastos y nefastos”, en años santos o de mala suerte, en cábalas, supersticiones o fechas maléficas o de buena suerte. De todo eso fuimos "ya liberados, para la libertad, y no queremos volver atrás". El guarismo 2000, por más que en el sistema de numeración en base 10 -que no es cristiano, sino fenicio- luzca con toda la brillantez de los números redondos, no es ni más ni menos "kairótico" que el 1999 o el 2003. Todos los años son santos y buenos para aquellos para quienes tiene sentido la vida, y todos son un don que hay que aprovechar con febril pasión. Las celebraciones del 2000 tienen sentido, siempre que no se extrapolen ni se revistan de más entidad que un simbolismo convencional. Kairós-kairós es todo tiempo de gracia, al margen de la exactitud de la cuenta de los años y de la redondez o no de su cifra.

El Jubileo original

Entre las leyes de justicia social que dio Moisés al pueblo de Israel, hay una muy novedosa respecto a las leyes que tenían otros países de aquel tiempo: el Año de Gracia o año sabático, también conocido como “año jubilar”, porque se anunciaba al pueblo con el cuerno llamado en hebreo “yobel”.

Consistía en la concesión cada siete años de un año de respiro a la tierra y a los siervos que la trabajaban (Ex 21, 1-11 y 23, 10-11). Los terrenos debían dejarse descansar todos los años séptimos, no debían sembrarse. Los esclavos, los que habían vendido su fuerza de trabajo a los amos, debían quedar libres de su servidumbre.

En el código deuteronómico se completó esta ley con la obligación de eliminar todas las deudas contraídas durante los 6 años anteriores al año de gracia (Deut 15, 1-9).

El Año de Gracia se propuso como ley de Dios al pueblo de Israel para restaurar cada cierto tiempo el orden querido por Dios: sin acumulación de tierras (Lev 25, 23-31), sin siervos ni amos (Lev 25, 35-55), sin deudas eternas, sin que a nadie le faltara lo que a otro le sobrara.

El Año de Gracia se cumplió muy raras veces. Durante la resistencia de los macabeos sí fue cumplido por los israelitas fieles (1 Mac 6, 49-53). Pero 400 años antes, el profeta Jeremías ya se quejaba de las trampas que hacían los ricos para no cumplir esa ley de amnistía general (Jer 34, 8-22).

A la vuelta del destierro de Babilonia se hizo una codificación definitiva de leyes en el libro del Levítico. Para hacer menos difícil la ley el plazo se amplió de 7 años a ciclos de 50 años (Lev 25, 8-18).

El Jubileo de Jesús

En tiempo de Jesús hacía muchos años que no se cumplía esta ley. Jesús no reclamó la celebración de un año jubilar, ni trató de restaurar la costumbre de celebrarlos, ni lo dejaría después encomendado a sus discípulos. Pero se refirió al Jubileo, precisamente para expresar el contenido de su misión. Vio en el Jubileo una clave capaz de expresar simbólicamente la totalidad de su misión: él habría venido para proclamar "el" Año de Gracia, para instaurar el Jubileo definitivo y permanente: ¡el Reinado de Dios!

El Reino, en efecto, es un Jubileo, un Año de Gracia hecho cotidianidad. El Jubileo del que habla Jesús, el Año de Gracia en cuya proclamación ve él identificada su misión, no es de un día, ni para un año, ni cada siete o cincuenta años, sino para ser vivido cada día. Vivir en estado de Jubileo -¡y con mucho júbilo!-. Llevar el mundo al júbilo -¡la Buena Noticia!- de un Año de Gracia permanente y definitivo: la superación de todas las desviaciones, de todas las distorsiones del plan de Dios que los humanos hemos cometido.

La cancelación de las deudas, la reparación de las ofensas, la abolición de la esclavitud y de toda forma de dominación, la puesta en libertad de los oprimidos, y la devolución de la alegría a los tristes, la Buena Nueva para los pobres..., el Jubileo en una palabra, es en efecto un símbolo del Reino de Dios, de su Revolución mayor. Jesús dice que su vida, su obra, su misión... es la llegada del Año de Gracia, y a ello se va a dedicar.

Ser cristiano es continuar la lucha porque el Jubileo de Jesús -Buena Noticia para los pobres, libertad para los esclavos, alegría para los tristes, luz para los ciegos, tierra para los sin tierra...- continúe acercándose a nosotros. Anunciarlo, propiciarlo, acercarlo, provocarlo... es la misión del discípulo de Jesús.

Ese es el Jubileo de verdad, el de Jesús. Lo demás también puede hacerse, pero sólo será verdadero si sirve para acercar o hacer crecer el Jubileo de Jesús.

¿Jubileo?: Sí, pero de verdad

Un jubileo que no sea un simple folklore de peregrinaciones o un reparto de indulgencias. Ni un festival triunfalista cristiano impuesto al resto del mundo a caballo de la cultura y la civilización “cristiana occidental”. Un Jubileo que no sea una legitimación cristiana de un sistema social de exclusión tan contrario precisamente al Jubileo.

Un Jubileo como el de Jesús, con reforma agraria (en un continente con tantas personas “sin tierra”), con perdón de las deudas inicuas (como la usurera deuda externa) y con abolición total de la esclavitud (las varias formas estructurales de dominación hoy presentes en el mundo).

Un Jubileo que se convierta en programa de vida y de lucha, la utopía de un mundo jubilar, lleno de júbilo por la fraternidad, la utopía de la revolución del Reino de Dios: un mundo introducido de lleno en el nuevo orden de la voluntad de Dios.