Para una nueva evangelización

Para una nueva evangelización

Nos reconocemos pecadores

Creyendo que anunciábamos y dábamos testimonio de Jesús, tu Hijo,

lo negábamos con los hechos


Te damos gracias, Señor, por los pueblos indios, por los negros, por los campesinos pobres y marginados, por los que trabajan por tu Reino, por las mujeres y hombres de buena voluntad.

Estamos reunidos indios de la Región Austral del Continente, de los Andes, de la Amazonía, del Caribe y de Mesoamérica, y servidores pastorales de estos pueblos, todos con trabajo y responsabilidad religiosa en medio de nuestros hermanos. Por todo ello te damos gracias.

Con tu fuerza como único Dios y Señor, y pidiéndote mucha humildad, nos reconocemos pecadores; porque hemos impuesto, aunque fuera con buena voluntad, una religión y unas estructuras que atropellaron y atropellan las culturas de nuestros pueblos, y porque, al hacerlo, pisoteamos la dignidad de tus hijos.

Pero, hemos abierto nuestros ojos y mentes y sobre todo, nuestros corazones y nos hemos dado cuenta de que cometemos muchos errores en el trabajo de llevar tu Evangelio. Muchas veces nos hemos equivocado, y creyendo que anunciábamos y dábamos testimonio de Jesús, tu Hijo, lo negábamos con los hechos.

A pesar de todo, queremos asumir con esperanza la conflictividad que eso provoca y apostamos decididamente por el futuro de nuestros pueblos. Nos anima el compromiso desinteresado de muchos hermanos y hermanas, el acompañamiento de los pastores que han sido fieles a la raíz profética de tu Iglesia, y los caminos que, a pesar de las dificultades, se van abriendo en las distintas instancias civiles, eclesiásticas y religiosas.

Nuestro compromiso nace, sobre todo, de la fe en Tu presencia en las culturas indias. La misma fe del pueblo es el mejor estímulo y la garantía de nuestro actuar. Estamos convencidos de que antes de llegar nosotros, que antes de llegar los primeros misioneros, antes de que llegara el primer español, Tú, Dios de la Vida, ya estabas en este Continente. El Espíritu de tu Hijo, que remonta el tiempo, tampoco fue traído por los misioneros: ya estaba presente entre nosotros. Tú, el Dios de la Vida de todos los pueblos, estabas presente en la formación de nuestras culturas. Las tradiciones, mitos, e historias indias, son expresión viva de la fe del pueblo y muestran tu presencia en los orígenes y avatares de nuestra historia.

Por eso te pedimos que la presencia misionera de tu Iglesia, que quiere ser fiel al Evangelio, se base en una apertura y acogida de tu Palabra y de tu Espíritu en los pueblos indios.

Te manifestamos, una vez más, nuestra gratitud, Señor, porque nos has tenido en cuenta a los sencillos y porque nos permites descubrir en nuestra pobreza valores de comunidad, fraternidad, generosidad, solidaridad, espíritu de sacrificio y búsqueda permanente de tu rostro.

Dios, Padre y Madre, único Dios, transfórmanos para llevar a la práctica lo que aquí hemos expresado. Amén.

México, 17 de septiembre de 1990. q