Nuestra memoria, nuestra esperanza

Nuestra memoria, nuestra esperanza

Pedro Casaldáliga


Una persona, un pueblo, mientras estén vivos y sean ellos, se distienden dialécticamente entre el pasado y el futuro, y ése es su presente dinámico. Entre el pasado y el futuro, o entre la memoria y la esperanza para decirlo con palabras más llenas de espíritu/Espíritu , acontecen la vida humana, la humana historia.

Nuestra memoria bien vivida es nuestra esperanza bien cimentada.

Sólo espera con fundamento quien vive muy respaldado por una fuerte memoria. Podremos ser en el futuro nosotros y nosotras, porque muchos y muchas de los nuestros fueron lo que fueron en un pasado que es nuestra herencia. Nosotros no vamos «en busca del tiempo perdido», sino a la forja futura del tiempo secularmente ganado. El gran teólogo Rahner escribió un día que «el tesoro del pasado es la libertad del futuro».

Memoria y esperanza que, en una instancia mayor, acaban siendo como la parábola de un sólo arco: arco de guerra, arco de paz, el arco iris de la alianza. Un solo arco, la memoria y la esperanza, según los místicos, que reconocen en el entendimiento la facultad de la fe y en la voluntad la facultad del amor, mientras le confían a la memoria la frágil, poderosa, militante esperanza.

Los colonizadores siempre han querido sojuzgar a los pueblos conquistados borrándoles la memoria y matándoles la esperanza, que es el modo decisivo para acabar con una identidad cultural. En nuestra América, inútilmente, a pesar de tanta colonización y de tanta masacre. Hemos sobrevivido. «Sobreviviremos y seremos millones», han gritado, por todos nosotros, los indígenas del manifiesto de Port Alberni.

La Agenda Latinoamericana’95 quiere ayudar a vivir, a lo largo de un nuevo año, esa realidad, inasible pero tan real, plural y tan misteriosamente una, que se llama la Patria Grande, Nuestra América: sus Causas mayores; el Espíritu que la lleva, como un Viento de fuego; los sujetos emergentes que hoy la levantan a un nuevo sol:

*las culturas matrices : indígenas, negras, mestizas…

*lo popular alternativo, que vendría a ser nuestro socialismo latinoamericano o la democracia integral;

*la mujer, plenamente reconocida;

*la ecología, vivida integralmente.

Esa América Nuestra de las grandes Causas, Pueblo de muchos Pueblos, tiene una gran memoria y una esperanza feraz. El hecho de que ella se reconozca, como ningún otro continente de la tierra, como una sola Gran Patria/Matria, ya es un argumento decisivo en favor de esa memoria y de esa esperanza que hacen el alma de Nuestra América.

América, la nuestra, ha sobrevivido y es hoy, cada día más, un futuro cierto, a pesar de todos los imperios sucesivos y las internas claudicaciones de sus oligarquías o de sus políticas, porque ha mantenido siempre vivas normalmente chorreando sangre- sus raíces, su memoria, su identidad y su esperanza; a lo largo de los violentos 500 años y miles y miles de años antes.

En las fechas de preparación o de celebración/condenación del famoso Quinto Centenario y en estas fechas inmediatas que le siguen, los pueblos indígenas de Amerindia y el Pueblo Negro de la Afroamérica lo están gritando significativamente al mundo. Uniendo, además, las varias voces en un solo grito de comunión, de resistencia, de autonomía; con mucha memoria, con mucha esperanza.

La Campaña Continental de los 500 años de Resistencia que empezó siendo indígena, ya es el Movimiento Indígena, Negro y Popular. Cuando el levantamiento de Chiapas era todavía sorpresa, innúmeras entidades indígenas de México y del Continente se le solidarizaban, y representantes de ese levantamiento maya, juntamente con representantes del último levantamiento indígena de Ecuador, confraternizaban, en Estados Unidos, con los supuestamente lejanos indígenas del Norte. El Pueblo Negro de Brasil -que es la tercera parte de la población brasileña- celebra, este año de 1995, el tercer centenario de la muerte-martirio del gran líder negro Zumbí, cantando, con una memoria recobrada y creciente: «Zumbí, Zumbí, / você não morreu, / você está em mim» (tú no has muerto, estás en mí).

Como Pueblo cristiano, muy explícitamente, somos el Pueblo de la memoria y de la esperanza. Jesús de Nazaret nos ha dejado como testamento «hacer memoria» de su Pascua. Y el apóstol Pablo nos ha recordado que esa memoria la vamos haciendo -no sólo en celebración sino también en praxis- «hasta que El vuelva». Lo actualizamos Crucificado y Resucitado -en las personas, en los Pueblos- haciéndoLo memoria viva y esperándoLo contra toda esperanza.

Por latinoamericanidad y por fe, pues, hagamos, simultáneamente, de esta Agenda Latinoamericana’95 la memoria histórica de nuestras luchas, martirios y victorias, y el programa esperanzado de nuestras Causas, propuestas y utopías. Nuestra memoria, nuestra esperanza.