Mar para Bolivia

Mar para bolivia

Hervi Lara B.


El Estado Plurinacional de Bolivia ha entablado una demanda ante la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, para que declare que «Chile tiene la obligación de negociar con Bolivia para otorgarle un acceso soberano al Océano Pacífico». Agrega la demanda que «Chile ha violado esa obligación y debe llevarla a la práctica de buena fe, formal y prontamente, dentro de un tiempo razonable y de manera efectiva, para otorgar a Bolivia un acceso totalmente soberano al Océano Pacífico».

En Chile, la reacción generalizada ha sido de desconocimiento de la especificidad de la demanda boliviana, expresado a través de manifestaciones de un patrioterismo que linda en la histeria, como que «no hay nada que discutir», en base a la supuesta legitimidad que habría otorgado «el derecho de conquista», el cual sería irrenunciable y obligaría a la uniformidad de criterios de todos los chilenos como herederos de la «sangre derramada».

Es así como El Mercurio (20180401), desde su señorial altura, ha «determinado» que «nadie con sentido patriótico se ha negado a la defensa de Chile. (…) Las voces disidentes a favor de Bolivia han sido rechazadas con indignación por los ciudadanos».

Por su parte, el ministro de Defensa ha advertido que «nuestras fronteras son vulnerables y vamos a ser rigurosos en fortalecerlas [puesto que] las FFAA chilenas tienen vocación de paz y capacidad estratégica para garantizarla».

Sin tener en cuenta las veladas amenazas, el 23 de marzo el pueblo boliviano ha recordado el Día del Mar, porque en ese día de 1879 un grupo de bolivianos se organizó para detener el avance de las fuerzas invasoras chilenas. Es en este punto donde surge la interrogante acerca de la responsabilidad del pueblo chileno en aquella acción bélica, dado que, en verdad, fueron los intereses expansionistas y colonialistas impulsados por empresas extranjeras, los que enfrentaron a nuestros pobres, donde miles y miles de hombres del pueblo murieron, todos víctimas del horror de la violencia bélica y la codicia de la empresas. Ha sido la ambición de la oligarquía chilena y de los capitales ingleses la que llevó al enfrentamiento a tres países hermanos.

En el discurso conmemorativo del Día del Mar de 2014 el Presidente Evo Morales señaló que, en 1825, el Estado colonial de Charcas se convirtió en la República de Bolivia. Y agregó que «desde la creación de la República, hasta 1840, la codicia de las empresas extranjeras, no se había manifestado. Esto cambió cuando se descubrieron los ricos depósitos de guano y salitre en las costas del litoral boliviano». Y agregó Morales que «todas las guerras son gestadas por grupos de poder, que utilizan a los pobres de sus países para conducirlos al matadero. (...) Los pueblos no se invaden. Son los grupos de poder guiados por intereses económicos los que han hecho y hacen hoy día la guerra».

No es posible continuar con actitudes pueriles y amenazas belicistas que sólo favorecen a los intereses de los grupos económicos, a los traficantes de armas y a los jefes de las FFAA que, en Chile, hacen usufructo de elevados presupuestos estatales y de «fondos reservados», para usos particulares.

Es justo recordar que la «sangre derramada» por los victoriosos soldados del pueblo chileno durante la Guerra del Salitre sirvió para el lujo ostentoso de la oligarquía chilena, y no significó un cambio en las deplorables condiciones de vida de los pobres de las ciudades y de los campos.

Un mínimo grado de racionalidad indica que la demanda boliviana de una salida soberana al mar es técnica y éticamente viable, y que el Estado de Chile debe acceder al diálogo para dar solución a este centenario conflicto. Los distintos gobiernos chilenos han mostrado una actitud soberbia y torpe frente a los demás países de América Latina, lo que ha aislado a este país, y esta situación también aparece contradictoria con la entusiasta política económica de apertura a los mercados y las concesiones otorgadas a las empresas multinacionales.

Es nuestro deber pensar en América Latina de forma global, para así impedir la injerencia de las grandes potencias, que atizan enemistades en las naciones pobres, para imponer sus objetivos belicistas y de explotación económica.

En el actual complejo contexto, el nacionalismo exacerbado es una actitud nociva. La paz no es pasividad ni conformismo, sino «el resultado de un continuo esfuerzo de adaptación a las nuevas circunstancias, a las exigencias y desafíos de una historia cambiante. Una paz estática y aparente puede obtenerse con el empleo de la fuerza; una paz auténtica implica lucha, capacidad inventiva, esfuerzo permanente» (IIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Medellín, 1968, nº 14).

El canciller chileno ha enfatizado que «Chile no está dispuesto ni aceptará ceder un centímetro cuadrado de su territorio». Ha olvidado el canciller que la soberanía de una nación no es sólo territorial, por lo que es pertinente preguntar a las autoridades del país y a quienes hacen alarde de patriotismo, si el pueblo chileno ejerce soberanía sobre el cobre y otros minerales, así como sobre el agua, los servicios básicos, la flora y fauna marinas, la previsión, la salud, la educación, los medios de comunicación, la distribución de alimentos, la producción industrial y, en particular, el mar y los 57 puertos también privatizados, lo que ha dejado a los pescadores artesanales en «proceso de extinción», etc.

Lo planteado es la búsqueda de tiempos de paz, sin injusticias, ni desigualdades económicas ni sociales, sin discriminaciones ni exclusiones. Es coincidente con el discurso de Evo Morales: se trata de reconocer que hoy «es tiempo de los pueblos, y no de los imperios. Son tiempos en los que no se admiten decisiones de los centros imperiales para obtener ventajas de nuestros recursos naturales, y menos para enfrentar a pueblos hermanos, a pueblos vecinos». Porque la tierra y el mar son de los pueblos, es decir, de la inmensa humanidad que vive del fruto de su trabajo, y no de la explotación ejercida sobre los más débiles. No es que la Madre Tierra marcase fronteras para los pueblos hermanos, sino que «los territorios originarios fueron alterados por la colonia, la república, la dictadura... Tampoco lo hizo para millones de hermanos chilenos, peruanos y bolivianos que viven, transitan y trabajan en una zona generosa con su riqueza. La Madre Tierra siempre ha tenido salida al mar y ella emerge del mar».

 

Hervi Lara B.

Santiago de Chile