Lectura del Santo Evangelio Neoliberal

Lectura del Santo Evangelio Neoliberal

José Ignacio González Faus


El Código de Desastre Canónico, en su artículo 1113, párrafo 2, establece que cada vez que tenga lugar una liturgia concelebrada por los Siete Grandes, antes de pasar a la consagración del caviar y el Chivas, se proceda a una proclamación de la Palabra Revelada, como es propio de toda liturgia “eucarística” (o de acción de gracias). El pasaje que sigue pertenece a uno de esos evangelios, que se cita con la sigla Mc 8.

Por aquellos días, como había otra vez una gran multitud y no tenían qué comer, convocó Jesús a los discípulos y les dijo:

- Me enternece esa multitud, porque llevan ya varios días aquí y no tienen qué llevarse a la boca; si los mando a casa en ayunas desafallecerán en el camino, pues algunos vienen de muy lejos.

Los discípulos le replicaron:

- ¿Cómo va a ser posible dar de comer a tanta gente en una tierra tan dura? Ni con doscientos millones de dólares tendríamos para ello.

Jesús preguntó:

- ¿Cuántos panes tenéis?

- Siete -le contestaron-.

Sabía Jesús que siete es el número de la totalidad porque suma el tres, símbolo del Dios Trino, con el cuatro, símbolo de los puntos cardinales que engloban la creación. Por eso mandó a las gentes que se echaran en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias y los fue dando a los suyos para que los distribu-yeran a la multitud. Tenían además unos cuantos pececillos: los bendijo también y encargó que los distribuyeran a todos.

Pero los primeros en recibir alimento, alegaron que no iba a haber bastante para todos, porque es imposible repartir si primero no se hace producir. Argüían que era mejor que se quedaran ellos con todo lo que había, para poder sembrar de modo que los panes se multiplicaran y hubiera para todos. Pensaron después que aquellos panes multiplicados eran sólo suyos, pues ellos los habían hecho crecer. Por eso se los quedaron y comenzaron a intercam-biarlos entre ellos mismos. Como la multitud comenzaba a desesperarse y el hambre vuelve amenazador al hombre, decidieron convertir lo que les sobraba en armas con que poder defenderse. Y marcharon corriendo a transformar las sobras de los panes en armas disuasivas y amenazadoras.

Cuando hubieron partido, Jesús dijo otra vez a sus discípulos:

- Recoged los cadáveres que han quedado.

Ellos lo hicieron así. Y resultaron mil millones de hombres, sin contar las mujeres y los niños.

N.B. Según el citado código de desastre canónico, al acabar esta proclamación, el lector deberá decir: “PALABRA DE DOLAR”. A lo que todos los asistentes respoderán: “TE ALABAMOS MAMMÓN”.