La verdad les hará libres

LA VERDAD LES HARÁ LIBRES

Dafne Sabanes Plou


Casi 20 años después de haber cometi-do horrorosos crímenes, el ex-capitán naval Adolfo Scilingo no pudo más con su conciencia y deci-dió rom-per el pacto de silencio que estable-cieron los militares entre sí al violar sistemáticamen-te los dere-chos huma-nos durante la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983. “Las Fuerzas Armadas me han conver-tido en un criminal”, señaló en su confesión al periodista Horacio Ver-bitsky. Scilingo reconoce haber parti-cipado en la muerte de unos 40 prisio-neros de guerra, hom-bres y mujeres, que eran arrojados con vida al Río de la Plata, frente a las costas de Buenos Aires, desde aviones navales.

El libro de Verbistky, «El vuelo», con estas confesiones, provocó una reacción generalizada que dejó bien claro que continúa abierta la herida provocada por la más grave repre-sión militar en Argentina, y que la ciudadanía no está dispuesta a olvidar a sus 30 mil desapare-cidos. El ex-capitán naval relata que todos los oficiales navales fueron obliga-dos a participar en violaciones a los derechos humanos. Si bien por el informe “Nunca Más” se sabía que la Armada era responsable de haber hecho desaparecer a un número no calculado de prisioneros arrojándo-los al Río de la Plata, nunca se había tenido datos ciertos de estos hechos.

El relato de Scilingo demostró que una vez más la realidad supera a cualquier ficción. Los prisioneros eran dormidos con pentotal, sacados del campo de concentra-ción que funcionaba en la Escuela de Mecáni-ca de la Armada, subidos a los avio-nes y luego arrojados con vida mientras sobrevolaban el mar. Los oficiales que iban a bordo del avión debían desnudarlos antes de echar-los al agua. Scilingo calcula que entre 15 y 20 prisioneros sufrían esta muerte en cada vuelo y señala que los mismos se cumplieron sema-nalmente entre 1976 y 1977, con lo que se cree que en unos 100 vuelos encontraron la muerte entre 1500 y 2000 personas.

El ex-capitán denuncia que oficiales de todo el país eran convo-cados para participar en estos he-chos, incluso los de alta graduación, que si bien no tiraban a los prisio-neros al mar, volaban con ellos para ser testigos de la tarea. Scilingo relata con angustia haber empujado a los prisioneros por la puerta del avión con sus propias manos, e incluso recuerda claramente haber trastabi-llado en una oportunidad en la que casi cae al agua junto con su víctima. Para cerrar este círculo de terror, al llegar a tierra, los marinos eran “confortados” por los capella-nes navales que justificaban su tarea citando la parábola de Cristo sobre el trigo y la cizaña, donde la cizaña es quemada para salvar al trigo. Los prisioneros políticos de-bían ser “quemados” para salvar al pueblo argentino de su influencia. Esta denuncia de una intervención directa de representantes de la Iglesia Católica avalando la repre-sión también trajo la ira de los argentinos.

Con su tremendo coraje, las Madres de Plaza de Mayo enfrenta-ron a la Conferencia Episcopal Argentina con uno de sus más duros comunicados. “La cúpula de la Iglesia argentina y algunos de sus sacerdotes hicieron del silencio complicidad frente a las desapariciones de nuestros 30 mil hijos”, dijeron con firmeza. En su comunicado, las Madres exigieron a los obispos que “hagan oír la condena con respecto a este genocidio”. También reflexionaron: “La actuación de los capellanes de todas las fuerzas armadas avergüenzan a la humani-dad y sigue crucificando a millones de Jesucris-tos”.

 

Dafne Sabanes Plou

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