La «globalización» económica requiere una ética global

La «globalización» económica requiere una ética global

Hans Küng


Desde hace años Küng se ha hecho el abanderado de la causa de la Paz entre los pueblos por la paz entre las religiones, ha colaborado en la creación del "Parlamento de las religiones del mundo", ha propuesto incansablemente la necesidad de una "ética mundial". Y le hemos pedido su reflexión. Hela aquí.

El mercado global requiere un orden-marco global

La globalización económica y tecnológica conlleva a extender los problemas ecológicos de manera casi ine-vitable en algunas áreas: los daños a la naturaleza son cada vez mayores, van desde la contaminación de los mares y ríos, pasando por la extracción excesiva de los nutrientes en los suelos, llegando hasta la intoxi-ca-ción y calentamiento de la atmósfera y el agujero de ozono. Es cierto que la globalización económica y tecnológica tiene como consecuencia una globalización de los problemas, incluyendo, no precisamente en último termino, la globalización del crimen organizado y narcotráfico.

En este contexto, lo que interesa son más bien los problemas de los mercados financieros globales. Si hoy los capitales que están circulando alrededor del planeta en un solo día, son más grandes que el equivalente en términos de comercio mundial durante cuatro meses, no me parece justificado glorificar los mercados mundiales de capitales como si fueran un medio de transparencia, eficacia empresarial y control democrático. ¿Dónde quedan la transparencia y el control democrático?

¿No será más bien el “mercado global” con su falta de límites, restricciones y reglamentos, el que creó las condiciones que permitieron que sucediera la crisis asiática, provocando consecuencias todavía incalculables? ¿Este mercado que funciona sin regulación alguna, con sus inversiones de tipo especulativo a corto plazo, no será perturbador para la inversiones industriales que van a largo plazo y son menos rentables en la mayoría de los casos, socavando la confianza en el sistema de la economía de mercado en los países afectados? Finalmente: ¿No será la forma de mercado la que pone en peligro la estabilidad del mismo sistema financiero mundial?

Hay que actuar. Necesitamos un reordenamiento del sistema financiero global, es decir algo como un nuevo tipo de Acuerdos de Bretton Woods. No se puede entender por qué razón el tránsito aéreo, que es cada vez más complejo y peligroso, requiere algunas reglas y controles elementales que se aceptan en todas las partes del mundo, pero no se aceptan tales reglas para el tránsito monetario internacional que es igual de complejo y, a su manera, igual de peligroso. ¿No habrá llegado el tiempo para introducir una nueva “arquitectura financiera global”, expresión utilizada para el Presidente Clinton y su ministro de finanzas Robert Rubin en el punto culminante de la crisis financiera del sudeste asiático? Eso no ha tenido consecuencias prácticas hasta este momento.

Una nueva “arquitectura financiera global” ! ¿Eso es lo que se debe desear? ¿No estamos ya de nuevo en un auge general? Hay muchos que así lo están esperando. Pero nadie sabe si la China tendrá que devaluar su moneda o no. Nadie sabe como va a seguir el caso de Indonesia. No obstante, muchos medios de comunicación occidentales - pero no el FMI o Banco Mundial en este caso - ya están haciendo creer a los asiáticos (y a los acreedores occidentales) que la crisis financiera en el este y sudeste asiático ya pasó. De este modo, están debilitando la voluntad todavía no muy fuerte para lograr reformas en dichos países. Muchas de estas naciones ni siquiera han logrado modernizar y sanear los bancos, poner coto a la corrupción o reformar el sistema tributario. En la mayoría de los casos, fallaron en introducir nuevas instituciones más eficaces, mejores leyes o una política regida por principios morales. El Japan Times, uno de los periódicos más respetados en el este de Asia, lo está diciendo claramente: “Sin contar con un sistema financiero estable, es inevitable otra crisis” (IHT, 3-9-99).

Se pudiera esperar que la humanidad por lo menos una vez no tuviera que aprender por experiencias catastróficas, sino que los responsables saquen las lecciones importantes de las tendencias amenazadoras de los últimos tiempos. El mercado global requiere un orden marco global y este orden, el mercado no se lo puede dar a si mismo.

Ya se están discutiendo distintas medidas de reforma: una agencia global de seguro para deudas (George Soros), un banco central mundial (Jeffrey Sachs), un super-regulador mundial (Henry Kaufmann), una moneda única mundial (Richard Coopers), un impuesto mínimo sobre las tasas de cambio (James Tobin, impuesto anteriormente defendido también por Lawrence Summers, ministro de finanzas estadounidense). Los grandes bancos, después de haber sufrido pérdidas gigantescas (que se estiman en unos 350 millardos de dólares para las crisis de Asia y Rusia), se contentarían con medidas de reparación, tales como más información, transparencia, comunicación y supervisión. Desafortunadamente, todavía no se ha encontrado ningún arquitecto sobresaliente del formato de John Maynard Keynes, el cual había preparado el marco teórico para fundamentar los Acuerdos de Bretton Woods, que sí eran coherentes en aquella época.

“Es importante tener presente que la recuperación de los mercados de acciones, obligaciones y divisas, no significa automáticamente la recuperación de la gente, los que han sufrido más por los fracasos de los 21 meses pasados. Muchas personas de clase media han sido precipitados en la pobreza y muchas familias pobres se volvieron aún más pobres. Para la recuperación se necesitarán años. El sufrimiento y las esperanzas perdidas, deben seguir siendo el punto central para los políticos financieros en los países desarrollados.” (The Washington Post, 26-4-99). Con eso ya estamos llegando a las preguntas éticas.

Un orden marco global requiere una ética global

Durante una entrevista personal acerca de la factibilidad del impuesto sobre las tasas de cambio, Robert McNamara, quien durante muchos años, era presidente del Banco Mundial, ha dicho en Nueva Deli en el otoño de 1997: “Sí, es factible, si realmente se quiere”. De hecho, así es. Hace falta la voluntad política si se aspira a obtener una arquitectura financiera global mejor, cuales que sean las medidas adoptadas para lograr este fin (con la iniciativa de EE.UU., Unión Europea y Japón). Dicha voluntad y eso vale para todas las obras tendientes al bien común de los pueblos, las cuales requieren sudor y sacrificios, no se logrará sin un impulso ético, sin el ímpetu o la energía moral, tal como se mostró por ejemplo en el Plan Marshall, la elaboración de una Declaración General sobre los Derechos Humanos y en formando las bases para la Europa unida.

Pueden existir opiniones distintas respecto a los detalles de este análisis; no cabe duda de que es difícil interpretar la situación con certeza. No obstante, cabe subrayar la conclusión general: Quien quiera el mercado global, está obligado desear un orden marco global para dicho mercado, y quien quiera esto, está obligado desear o más bien suponer una ética global. No estamos hablando de cuestiones económicas especiales. Se trata más bien de preguntas éticas que afectan a la sociedad entera y son de carácter altamente político. Concretamente sería la pregunta, si el lucro, es decir la busca de la ganancia básicamente legítima, debe ser la única finalidad de la economía, de los bancos y empresas. El fenómeno de la globalización económica subraya que también es necesario conseguir la globalización de la ética.

Eso no se refiere tan sólo a los mercados financieros. Aparentemente los problemas existentes todavía no han dado señales de alerta lo suficientemente claras. Un científico en Chicago anunció que está buscando un inversionista que patrocine la clonación de un ser humano. Hay un mercado gigantesco de pornografía infantil en la Internet que presenta hasta bebes de uno o dos años como objetos y víctimas de instintos bajos desenfrenados. Otro ejemplo son las historias mentirosas de la prensa amarillista que se transmiten a través del mundo entero.

Para evitar todo malentendido: No soy moralista. Estoy a favor de la moral y en contra del moralismo. Creo que esto vale también para el futuro. Me costó verdaderamente mucho haber luchado contra el moralismo y rigorismo romanos “infalibles” especialmente con respecto a la ética sexual. Sin embargo, esto no significa para mi que todo sea permitido o que no deba haber límites morales por lo menos para los grandes en la política y economía. No se puede conceder una moral para el estado o los estadistas y otra para la gente común y corriente (véase la discusión con Henry Kissinger en “Etica mundial para política y economía mundiales”, capítulo 1).

El proceso vertiginoso de modernización y el retroceso de los vínculos religiosos representa una crisis de orientación moral a nivel mundial y subraya la necesidad de tomar conciencia del mínimo necesario en cuanto a valores éticos, actitudes básicas y criterios, es decir una ética mundial para esta sociedad y economía mundiales, ética que debiera ser vinculante para todas las naciones y grupos de interés. Un orden marco para los mercados financieros debe ser vigente en todas las partes del mundo para no permitir a los interesados refugiarse en otros mercados en caso de restricciones. Lo mismo vale para un consenso ético el cual debe tener vigencia global, garantizando una vida con cierto estándar humano, en paz y justicia.

 

Hans Küng
Suiza