La decepción ante la política

La decepción ante la política

Néstor Da Costa


En esta parte del «ver» nos interesa dar cuenta del desencanto o descreimiento con lo político en esta parte del mundo, del que tanto se habla. Si bien es cierto que este fenómeno, esta actitud, está presente en todo el continente, muestra énfasis y situaciones distintas según el lugar. Esos énfasis tienen que ver con la historia y el desarrollo institucional de cada país, la fortaleza de su sistema político y democrático pero también están atravesados por características en parte comunes.

En términos porcentuales ese desencanto no parece ser del todo cierto ya que en la década 1995-2005 y con algunos altibajos se ha mantenido prácticamente en el mismo valor el porcentaje de personas que demuestran interés en la política, en el entorno del 25% de la población. Si embargo si consideramos el punto de partida el año 1997 y no el 1995 se produce una caída del 33% al 25%. Más que desafección a lo político, quizá debamos hablar de insatisfacción con lo político

Por lo tanto hay una porción de la población que mantiene interés, pero seguramente hay allí una rotación que implica la llegada de nuevas generaciones y la salida de las más viejas. Dentro de ese espacio la valoración hacia lo político es esperable que cambie, además de considerar momentos especiales en la vida de cada país, como son los procesos electorales que movilizan un capital simbólico vinculado a lo político con mayor fuerza.

América Latina es el continente más desigual del mundo, donde la pobreza e indigencia son muy importantes, lo que nos muestra un escenario sobre el que se produce buena parte del desencanto: el relativo a incapacidad que tienen los sistemas políticos de dar respuestas a tan fuerte nivel de demandas sociales con eficacia.

Pero no es ése el único aspecto; podríamos decir que lo político goza de distintos niveles de evaluación y que su descrédito tiene que ver también con una cierta crisis de representatividad, con problemas para concretar que el ejercicio de la tarea política implique niveles de representatividad cada vez más incluyentes, así como tiene que ver con la forma en que los políticos de carne y hueso y los partidos se desempeñan.

De todas formas, en los países en que los sistemas políticos gozan de mayores niveles de aceptación, también es cierto que hay una cierta valoración negativa de la forma de ejercicio de la tarea política.

La madurez y estabilidad de los sistemas de partidos y de la institucionalidad democrática son algunos de los elementos que se encuentran presentes donde la valoración de la política tiene mejores resultados.

Los problemas del ejercicio del poder político son varios, entre ellos encontramos el funcionamiento de estos sistemas «guetizados», encerrados en sus propias lógicas de acumulación de poder, perdiendo de vista el fin último del ejercicio de construcción de la convivencia colectiva. Cuando los sistemas políticos quedan presos en estas lógicas se alejan de la comprensión de los asuntos de la vida cotidiana que son los más importantes para la vida de la población.

La corrupción es otro fenómeno presente en este escenario. El acceso a espacios políticos de poder genera, muchas veces, condiciones para el enriquecimiento ilícito o el tráfico de influencias, de las que todo sistema político debe estar preocupado.

Todo esto es peligroso ya que el ejercicio de la tarea política es sustancial para la democracia, y cuanto más débiles, cuestionados, alejados de los intereses de la mayoría, o corruptos, sean quienes la ejerzan y la forma de ejercerla, más débil y banal se vuelve la democracia, dejando el campo fértil para el autoritarismo y el mesianismo, normalmente de orden autoritario.

Por lo tanto, forma de ejercicio de la política, eficacia de la misma e institucionalidad, pueden ser tres formas de aproximarnos a leer este fenómeno. El Informe Latinobarómetro 2005 nos presenta varias mediciones de algunos de estos temas en muchos países de la región.

El interés en la política alcanzó en 2005 al 25% de la población latinoamericana, según datos del informe mencionado. El informe agrega además que, con algunos altos y bajos, entre 1995-2005 parece no haber cambiado. Esto pone en tela de juicio algunas valoraciones que afirman que existe una desafección de la política. Si en diez años se ha mantenido prácticamente en los mismos valores no se verifica una desafección, una caída en relación a la política.

La forma en que se desempeñan las instituciones públicas hace a la valoración positiva o negativa de la política. Es interesante ver que solamente el 19% de la población latinoamericana entiende que las instituciones públicas funcionan bien o muy bien, y que un poco más de la mitad de la población entiende que tienen un funcionamiento regular, mientras un 25% valora su funcionamiento como malo o muy malo.

En torno a la corrupción de los funcionarios públicos se puede apreciar que un 30% de la población latinoamericana entiende que ha habido progresos en la reducción de la corrupción en tanto que un 68% es la cantidad percibida de funcionarios públicos corruptos. (La corrupción es percibida por la población a través de lo mediático y lo personal, por lo que es difícil determinar cuál es la situación en cada sociedad y se mide, por lo tanto, por percepción de la población).

La baja confianza en los procesos de reducción de la corrupción agrega elementos para la pérdida de confianza en lo político, así como a todo el sistema democrático.

El latinobarómetro identifica otro indicador referido a la comprensión de la política y es que el 86% de la población afirma que los políticos no se preocupan por los temas que a ella le interesan y encuentra que este valor es el mismo que se encontraba una década atrás, en 1995.

Esta ausencia de cambios sugiere que el punto débil del sistema político, de la democracia política es la representatividad. Allí es donde se encuentra uno de los puntos clave ya que parece ser que los ciudadanos no se sienten debidamente representados por aquellos que son llamados a la tarea política precisamente para representarlos.

Es en parte aquí, en el cuestionamiento a la forma de ser ejercida la representatividad, donde hay un asunto central. Algunos autores hablan de «metamorfosis de la representatividad. En un mundo complejo, con cambios en distintos aspectos de la vida social a una velocidad como nunca antes, con actores diversos, se presenta la necesidad de una resignificación de la representatividad, que no puede ser vista solamente como lo era en la época del nacimiento de los estados liberales.

La reacción antipolítica que muchas veces vemos en nuestras sociedades y la distancia en relación a las instituciones democráticas son signos visibles de la necesidad de replantear el ejercicio de lo político.

Asimismo la credibilidad que tenga el sistema democrático depende de sus reglas de juego y de su práctica concreta. Si los sistemas electorales no son creíbles es esperable que no sea creíble ni interesante lo que emane de ellos.

Si se estudia la credibilidad de los actos eleccionarios en general en la región durante la década 1995-2005 vemos que estamos frente a un panorama bastante desanimador. ¿Elecciones Limpias o fraudulentas? Algunos datos que provienen de la investigación empírica en la región permiten acercarnos a las percepciones que tenemos los latinoamericanos en relación a lo político. La región no es un todo homogéneo y esto se puede apreciar fácilmente.

De todas formas, en mayor o menor medida, la insatisfacción con la política aparece con claridad en distintos aspectos, desde la forma y limpieza de los mecanismos electorales, el trabajo de las instituciones públicas y lo bien o mal que lo hacen, los aspectos relativos a la corrupción, de los que surge una clara demanda ética... hasta un problema mayor, como es el de la baja representatividad y la necesidad de replantear formas de representatividad incluyentes y cuyo ejercicio muestre soluciones claras a la situación de pobreza en que vive buena parte de la población de esta región del mundo, e integre la diversidad de posiciones existentes y atienda reclamaciones más urgentes.

Mucho hay, pues, por hacer en este camino de construcción de la convivencia cuya herramienta y camino es la política.

Nota: Los datos utilizados en este artículo provienen del «Informe Latinobarómetro 2005» que realiza investigaciones periódicas en 18 países de la región. Cfr. www.latinobarometro.org

 

Néstor Da Costa

Montevideo, Uruguay