Justicia, paz y libertad  impases actuales

JUSTICIA, PAZ y LIBERTAD – IMPASES ACTUALES

Frei Betto


Grandes potencias del mundo actual –EEUU, Rusia, Reino Unido y Francia– piensan que la paz resultará de un equilibrio de fuerzas. O mejor, de un desequilibrio: cuantas más y mejores armas tenga un país, tanto más intimidará a sus potenciales adversarios, con lo que podrá evitar acciones terroristas y conflictos bélicos. La excepción es China, que no se involucra en conflictos internacionales y no destaca soldados para reforzar ni siquiera los «cascos azules», la tropa de paz de la ONU, en tierras extranjeras.

Siete siglos antes de Cristo, el profeta Isaías ya avisó que sólo habrá paz como fruto de la justicia (Is 32,17). Mientras perdure la desigualdad entre las naciones, difícilmente cesarán los conflictos. Si la caída del Muro de Berlín puso fin a la Guerra Fría entre EEUU y la Unión Soviética, la desproporción de riquezas entre el Norte y el Sur del mundo todavía es una traba para la soñada paz.

Otro factor que dificulta la conquista de la paz es el fundamentalismo religioso, la convicción de que mi creencia debe prevalecer sobre las demás. Y debo emprender todos los esfuerzos para que tú te incorpores a mi grupo religioso. Sólo el mío tiene la verdad.

Incluso entre los mismos cristianos, no ha sido fácil abrir el camino del ecumenismo. El Concilio Vaticano II fue llamado «Ecuménico», pero desde el pontificado de Juan Pablo II Roma insiste en la tesis de que solamente la Iglesia Católica posee la plenitud de los medios de salvación.

En muchos países de América Latina en los que se expande el neopentecostalismo de perfil protestante, los obispos tratan a esas Iglesias como “sectas”...

¿Qué decir entonces del diálogo inter-religioso? Roma y muchos obispos han mirado con desprecio las tradiciones religiosas de origen indígena (como Santo Daime en Brasil), africano (candomblé, santería, umbanda), oriental (corrientes del budismo), etc.

Por detrás de esta traba en los diálogos ecuménico e inter-religioso lo que hay es una disputa de poder, ya sea el poder meramente religioso, de conquista de fieles y ampliación del patrimonio de la denominación religiosa, o el poder político, de supremacía de la doctrina sobre las leyes civiles. En muchos países de América Latina, las iglesias pentecostales y neopentecostales repiten la experiencia (fracasada) de la Iglesia Católica al fundar el Partido Demócrata Cristiano. La diferencia es que, ahora, no siempre adjetivan religiosamente el nombre del partido, sino que procuran, a través de él, elegir el mayor número de políticos –en general sus pastores–, para crear leyes civiles que obliguen a los ciudadanos a vivir conforme a los parámetros doctrinales de la propia confesión religiosa. De ahí el creciente fenómeno de la homofobia y el rechazo al debate sobre la descriminalización del aborto y de las drogas.

Si la paz hoy se ve dificultada por tantas injusti-cias estructurales favorecidas por la hegemonía neoliberal (que sacraliza la apropiación privada de la riqueza), ¿qué decir de la libertad? ¿Qué es ser libre?

Para el capitalismo, libertad, democracia y mercado son sinónimos (libre iniciativa, libre mercado...), hasta el punto de considerar un derecho de la libertad la explotación del trabajo ajeno y la acumulación privada de la plusvalía. «Libre» es todo aquello que refuerza el sistema: los medios de comunicación al servicio de los intereses de la clase dominante; la especulación con la propiedad agraria e inmobiliaria; la industria de la pornografía; la fabricación y venta de alimentos nocivos para los niños; la industria bélica; la ciencia y la tecnología al servicio de los ricos.

¡Y que se intente crear resistencias a los tentáculos del sistema! Como, por ejemplo, regular el funcionamiento de los medios de comunicación o de internet, como hicieron Venezuela, Ecuador y Argentina. Enseguida se hará oír un coro diciendo que se trata de «censura» e «intervención indebida del Estado».

En otras palabras, la libertad, tal como es concebida por el neoliberalismo, está asociada al derecho de unos pocos de apropiarse de la libertad de muchos. Son considerados «libres» los países que adoptan el modelo anglo-sajón de democracia, regidos por la preponderancia del capital. ¿Por qué Puerto Rico permanece bajo tutela de EEUU desde 1898? ¿Por qué las tropas de las potencias occidentales se creen libres para actuar como policía interventora en cualquier punto del planeta que juzguen necesario?

Al sistema no le interesa que el mundo sea libre. De ahí esa creciente tendencia de las personas a cambiar la libertad por la seguridad. El sistema tiene sumo interés en meternos miedo: de la calle, del extraño, del vecino, del pobre, del que no profesa nuestra creencia o tiene piel de color diferente de la nuestra. Donde el ciudadano se siente libre, como es el caso de internet, en realidad se expone a los interesados por captar sus datos y monitorear sus preferencias y relaciones, para evitar potenciales enemigos y favorecer la ampliación del mercado.

Hoy, la libertad se restringe al consumismo. Somos libres para escoger entre diferentes marcas de equipamientos electrónicos o de carros. ¡Atrévete a decir que prefieres escoger «otros mundos posibles»! Somos libres sólo para querer lo que el sistema quiere. Y, a cambio de nuestra libertad, nos ofrecen seguridad, de modo que quedemos permanentemente bajo el control del gran hermano y reducidos a existencias desprovistas de sentido, idealismo y utopía.

Afortunadamente no todo está perdido. El propio sistema está en crisis. El rey está desnudo, pues los electores votan por políticos, pero son gobernados por el FMI, el Banco Central europeo y las agencias de riesgo de EEUU. Y la indignación crece, llevando a las calles multitudes en protesta.

Los pueblos originarios y comunidades alternativas nos enseñan que la libertad está siempre asociada a la comunidad y a un proyecto de sociedad. Son libres todos aquellos que se comprometen a hacer libres y felices a los demás: los pueblos indígenas, los Sin-Tierra de Brasil, los monjes recogidos en sus monasterios, los militantes de la utopía, los negros empeñados en derribar discriminaciones, las mujeres en lucha por sus derechos, los homosexuales empeñados en el reconocimiento de su dignidad... en fin, todos aquellos que ya se convencieron de que el derecho a la diferencia (imperativo de la justicia y de la libertad) no debe convertirse en divergencia, sino que colabora a instaurar la paz.

 

Frei Betto

São Paulo, SP, Brasil