El prejuicio inamovible de la inferioridad de la mujer

El prejuicio inamovible
de la inferioridad de la mujer

Ana María Mora Alberti


Con la persistencia de la corriente antifeminista en la Iglesia católica se producen hechos increíbles. Sólo en la Iglesia se dirigen los sacerdotes a un grupo de mujeres llamándoles «hermanos». Hace dos años, en unos ejercicios espirituales para religiosas, cansada de oír en la celebración eucarística «orad, hermanos…», me atreví a sugerir al sacerdote si no sería mejor utilizar el femenino, dado que no había un solo hombre en la capilla. La respuesta que obtuve:

-¿No sabe usted que el masculino en castellano se usa para los dos géneros?

El prejuicio inamovible de la inferioridad de la mujer y, como consecuencia, su inutilidad como colaboradora continúa actuando. Si no se mueve este prejuicio será imposible evitar cosas tan desagradables como la homilía, pronunciada por el cardenal Biffi, en la basílica de San Petronio de Bolonia, el 8 de diciembre de 1991. Entre otras cosas dijo: «La mujer moderna es sustancialmente mísera, aunque refinada exteriormente» y «la mujer de nuestros días se asemeja a Eva que, con su “no” al Señor, inició la tiranía del mal y del maligno sobre nosotros».

Estas afirmaciones del cardenal de Bolonia provocaron revuelo en Italia y debates periodísticos. La doctora Rita Levi Montalcini, premio Nobel de Medicina, opuso a las palabras del cardenal estas otras: «Sólo puedo reafirmar mi profunda fe en la mujer y en sus cualidades éticas e intelectuales, que considero a la altura de las de su compañero de vida del sexo masculino. Tanto una como otro pueden llegar a alcanzar las más altas cotas de la capacidad del espíritu humano, o fracasar». Con todo respeto, me parecen mucho más evangélicas las palabras de la doctora Montalcini, cuyo agnosticismo es conocido, que las del cardenal.

Ana María Mora Alberti

Trinitaria misionera