El desafío de la pobreza masiva urbana

El desafío de la pobreza masiva urbana

Daniele MoscheTti


Un día cualquiera del año 2007, una mujer dará a luz a su hijo en la favela de Ajegunie, en Lagos, Nigeria. Quizá un hombre abandonará la favela en la que vive en Giava para trasladarse a Jakarta. O tal vez un campesino peruano tratará de huir de la pobreza para ir a vivir a uno de los numerosos pueblos jóvenes de Lima. Poco importa cuál de estos hechos ocurra realmente; en todo caso, pasará inobservado, pero será signo de uno de los principales giros de la historia de la humanidad. Por primera vez, la población urbana del planeta habrá superado a la población rural. En realidad, vista la imprecisión de las estadísticas que se refieren al tercer mundo, tal vez esta transición histórica ya ha tenido lugar.

El proceso de urbanización del mundo se ha desarrollado más rápidamente de lo que había previsto el Club de Roma en su famoso informe Los límites del crecimiento. En 1950 había en el mundo 86 aglomeraciones con más de un millón de habitantes. Hoy son 400, y en 2015 serán al menos 550. A partir de 1950 los centros urbanos han absorbido casi dos tercios de la explosión demográfica mundial y, cada semana, el dato aumenta en un millón de personas, entre nacidos y nuevos emigrantes. En ese momento la población urbana (3200 millones de habitantes) es más numerosa que el conjunto de la población mundial en 1960.

Las previsiones indican que el 95% de este crecimiento de la humanidad tendrá lugar en las zonas urbanas de los países en vías de desarrollo. Según estas estimaciones, la población de estas áreas se doblará, para alcanzar casi los 4.000 millones de habitantes en el curso de la próxima generación (el dato añadido de la población urbana de China, India y Brasil hoy está casi al mismo nivel que el de Europa y Norteamérica). El éxito más espectacular de esta evolución será la multiplicación de las metrópolis con más de 8 millones de habitantes, y más increíble todavía será el impacto de las megápolis con más de 20 millones de habitantes (dato que corresponde a la completa población urbana del planeta en la época de la Revolución francesa). En 1955 sólo Tokyo había alcanzado esta cifra.

Si las megápolis son las estrellas más brillantes del firmamento urbano, tres cuartas partes del crecimiento de la población urbana tendrá lugar en aglomeraciones más pequeñas, zonas urbanas secundarias «prácticamente privadas de planificación y de servicios adecuados». En China, país oficialmente urbanizado en un 43% en 1997, el número oficial de las ciudades ha pasado de 197 a 640, de 1978 a hoy. Sin embargo, la cuota relativa de las grandes metrópolis, a pesar de su extraordinario crecimiento, ha disminuido en realidad respecto al conjunto de la población urbana, y son sobre todo las «pequeñas» ciudades y los pueblos recientemente convertidos en ciudades los que han absorbido la mayor parte de la mano de obra rural, empujada a abandonar el campo por las reformas posteriores a 1979.

Urbanización no es sólo crecimiento de las ciudades, sino transformación estructural y creciente interacción de un amplio continuum urbano-rural.

El nuevo orden urbano podría traducirse en una creciente desigualdad al interior de las ciudades, y entre ciudades con dimensiones y funciones diversas.

La dinámica de la urbanización del tercer mundo sintetiza y a la vez contradice las anteriores urbanizaciones en Europa y Norteamérica en los siglos XIX y XX. En China, país esencialmente rural durante milenios, la revolución industrial más importante de la historia se está realizando con el desplazamiento de una población equivalente a la europea desde lo profundo del campo hacia un hábitat de rascacielos y smog. Sin embargo, en la mayor parte de los países en vías de desarrollo, el crecimiento urbano no se alimenta de la energía de la potente máquina china de la industria y de la exportación, ni del flujo constante de capitales extranjeros.

En estos países, el proceso de urbanización está completamente desvinculado de la industrialización y de toda forma de promoción social.

Urbanización de la pobreza

La explosión de las favelas ha sido analizada en el informe de la ONU, El desafío de los slums, que advierte sobre la amenaza planetaria de la pobreza urbana. Los autores definen las favelas como espacios caracterizados por: hacinamiento, habitación precaria o informal, escaso acceso a agua y a servicios higiénicos, e indefinición de los derechos de propiedad.

Se trata de una definición pluridimensional y, en parte restrictiva, sobre cuya base se estima que la población de las favelas alcanzaba en 2001 al menos a 921 millones de personas. Los habitantes de las favelas representan el 78’2% de la población urbana de los países menos desarrollados y una sexta parte de los ciudadanos del planeta. Si se considera la estructura demográfica de la mayor parte de las ciudades del tercer mundo, al menos la mitad de esta población tiene una edad inferior a los 20 años.

La proporción más importante de habitantes de las favelas se da en Etiopía (99’4% de la población urbana) y en el Chad (99’4%). Siguen Afganistán (98’5% y Nepal (92%). En Delhi, los urbanistas deploran la existencia de «favelas dentro de favelas»: en los espacios periféricos, a la histórica clase pobre de la ciudad, brutalmente expulsada a mediados de los años setenta, se añaden nuevas llegadas que colonizan los últimos espacios que quedan libres. En El Cairo y en Phnom Penh, los nuevos llegados ocupan y alquilan partes de habitaciones sobre el tejado, dando lugar a nuevas favelas colgadas del aire. La población de las favelas es, con frecuencia deliberadamente subestimada, a veces incluso en grandes proporciones. A fin de los años 80, por ejemplo, Bangkok tenía una tasa de pobreza «oficial» de sólo el 5%, mientras algunos estudios demostraban que un cuarto de la población (1’16 millones de personas) vivía en las favelas y en habitaciones improvisadas.

Existen más de 250 mil favelas en el mundo. Las cinco grandes metrópolis de Asia meridional (Karachi, Bombay, Delhi, Calcuta y Dacca) acogen casi 15 mil zonas urbanas de tipo favela. Para una población total de más de 20 millones de personas. Los habitantes de las favelas son todavía más numerosos en la costa de África Occidental, mientras inmensos conurbanos de pobreza se extienden en la Anatolia y los altiplanos de Etiopía, incluyen zonas al pie de los Andes y del Himalaya, proliferan a la sombra de los rascacielos de la ciudad de México, Johannesburg, Manila, São Paulo... y colonizan las orillas del Amazonas, del Congo, del Níger, del Nilo, Del Tigris, del Ganges, del Irrawaddy y del Mekong. Los nombres que las favelas tienen en todo el planeta son todos intercambiables, y al mismo tiempo únicos en su género: bustees en Calcuta, chawl y zopadpatti en Bombay, katchi abadi en Karachi, kampung en Jakarta, iskwater en Manila, shammasa en Karthoum, umjondolo en Durban, intramuros en Rabat, bidonvilles en Abidjan, baladi en El Cairo, gecekondou en Ankara, conventillos en Quito, favelas en Brasil, villas miseria en Buenos Aires, y colonias populares en la Ciudad de México.

Un reciente estudio publicado por la Harward Law Review calcula que el 85% de los habitantes de las ciudades del tercer mundo no tiene título de propiedad legal. Se da así una contradicción estridente porque el terreno en el que crecen las favelas suele ser propiedad del gobierno, mientras las casas construidas son propiedad de propietarios que imponen alquileres desmesurados a los pobres urbanos que no tienen propiedad ni siquiera de la barraca en la que viven.

Los modos de instalación de las favelas son muy variables, desde las invasiones colectivas estrechamente disciplinadas de la ciudad de México y Lima, a los complejos (y con frecuencia ilegales) sistemas de alquiler de los terrenos a la periferia de Pekín, Karachi y Nairobi. Los aparatos políticos nacionales y regionales contribuyen generalmente a este mercado informal (y a la especulación fundiaria ilegal), y corren el riesgo además de controlar los vasallajes políticos de los habitantes, así como explotar un flujo regular de alquileres y subarrendamientos.

La oferta de infraestructura, por el contrario, está bien lejos de los ritmos de urbanización, y las favelas de la periferia de la ciudad con frecuencia no tienen acceso a la higiene ni a los servicios del sector público. Son lugares que se definen en términos de ausencia: lo que no tienen dice lo que son. Las favelas alcanzarán los dos mil millones de habitantes en el 2030, porque representan la única solución para la humanidad excedente del siglo XXI.

Estas grandes favelas de las ciudades más grandes del mundo, ¿serán volcanes a punto de explotar? ¿Servirán de algo los planes políticos para el futuro del mundo si no tienen en cuenta esta inmensa muchedumbre humana hasta hoy excluida? Sus habitantes, ¿podrían transformarse en sujetos políticos capaces de «hacer historia»? ¿Qué protagonismo podrían asumir estas masas humanas? ¿Cómo hacer posible que pudieran asumirlo? ¿Cómo llegar hasta ellas? He ahí un desafío para una política nueva.

 

Daniele MoscheTti

Nairobi, Kenya