El Banco del Sur

Banco del Sur

El camino de la autonomía financiera  

Raúl Zibechi


La difícil pero creciente autonomía política y económica de una parte de los países de América del Sur puede dar un importante salto adelante cuando, este mismo año 2007, se ponga en marcha el Banco del Sur. Se trata de una de las más audaces jugadas a favor de la integración regional, a la que puede dar un impulso como banco para el desarrollo del subcontinente. De alguna manera, el banco puede llegar a consituirse en la institución más sólida de la integración y en el cimiento de su despegue de la tradicional dependencia de las instituciones financieras del Norte.

Paso a paso

La propuesta inicial correspondió al presidente venezolano Hugo Chávez. En los hechos, fue también el primero en retirar a su país del Fondo Monetario Internacional (FMI). El primer paso fue lanzar el desafío. Esto lo hicieron conjuntamente Chávez y el presidente argentino Néstor Kirchner el 21 de febrero en Puerto Ordaz (Venezuela), cuando se puso en funcionamiento el primer pozo de explotación de crudo encarado por las empresas estatales Energía Argentina S. A. (Enarsa) y Petróleos de Venezuela S. A. (Pdvsa).

La propuesta es crear una institución que sirva para financiar de manera más rápida, efectiva y de modo más independiente que otros bancos de fomento los proyectos regionales de desarrollo. Hasta ahora existen dos bancos regionales. El Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (Fonplata), integrado por Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, que tiene activos por apenas 410 millones de dólares. El otro es la Corporación Andina de Fomento (CAF) que cuenta con 10.500 milllones para inversiones en infraestructura. Ambos están relacionados con las grandes instituciones financieras globales como el Banco Mundial y el FMI, y manejan idénticos criterios.

Durante la Reunión Anual de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo, realizada en marzo de 2007 en Guatemala, los ministros de Economía de Argentina y Venezuela avanzaron en la búsqueda de definiciones técnicas y en los objetivos de la institución a crear. A principios de abril representantes de seis países (Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Ecuador y Venezuela) redactaron el primer borrador del acta constitutiva del Banco del Sur. Se acordó que el banco nacería en el primer semestre de 2007, contando con un capital inicial no menor de 3.500 millones de dólares, aunque el gobierno venezolano dijo que estaba dispuesto a realizar un aporte inicial de 7.000 millones.

Dificultades y obstáculos

Como puede observarse por la lista de países comprometidos en el Banco del Sur, faltan dos que están gobernados por partidos o fuerzas que se reclaman progresistas o de izquierda: Chile y Uruguay. El primero tiene un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y mantiene una compacta política neoliberal. El segundo, aunque es miembro pleno del Mercosur, tiene serias divergencias con sus vecinos Brasil y Argentina. Con el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva por razones comerciales y porque Brasilia se niega a aceptar que un socio comercial firme un TLC en solitario con Estados Unidos. Con Argentina las diferencias están focalizadas en el conflicto por las plantas de celulosa en la ribera del fronterizo río Uruguay. Lo cierto, es que algunos países que podrían formar parte de la iniciativa han decidido mantenerse al margen.

La segunda dificultad radica en las diferencias de enfoque de Brasil. Este país cuenta ya con un banco de desarrollo (el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social), y por lo tanto no necesitaría la creación de nuevo organismo financiero regional. A esa nueva estructura Brasil tendría que aportar quizá más dinero del que pudiera recibir, ya que el BNDS dispone de más fondos que los demás organismos regionales incuyendo al BID. Por eso prefiere que se reactiven las instituciones financieras ya existentes.

Pero los problemas son más políticos que económicos. A mediados de mayo surgieron dos posiciones sobre el derecho a voto que tendrán los integrantes del banco. Los ministros de Economía de Argentina y Venezuela sostienen la igualdad del derecho a voto de cada país miembro, mientras Brasil defiende que exista cierta proporcionalidad en función de los recursos que aporte cada país. Quienes promueven el voto igualitario sostienen que se trata de una clara diferenciación respecto del criterio impuesto en los organismos internacionales que funcionan bajo hegemonía de los países del Norte, como es el caso del FMI.

De todos modos parece predominar la buena voluntad por encima de las divergencias. El presidente Lula aseguró que está dispuesto a superar los obstáculos y que su país va a participar del banco, aunque señaló que aún falta definir si será un banco para salvar situaciones de crisis, como el FMI, o un socio para impulsar el desarrollo. Brasil y Argentina trabajan en la idea de que en los próximos cuatro años pueda crearse una moneda única del Mercosur. En este mismo año 2007, ambos países han comenzado a realizar el intercambio bilateral en sus propias monedas.

Una nueva arquiectura financiera

El documento base del Banco del Sur aspira a generar una arquitectura financiera que otorgue a la región mayor autonomía del mercado internacional de capitales. «Romper con el círculo vicioso en el financiamiento a la región que supone poner nuestras reservas en bancos del Norte a tasas de interés que son inferiores a las que nos cobran mediante los organismos que manejan a la hora de prestarnos», señala el documento. En suma, el nuevo banco busca el doble objetivo de zafarse del control de los países del Norte y del mercado de capitales.

De alguna manera el Banco del Sur forma parte de los procesos de toma de distancia del neoliberalismo que se vienen registrando en buena parte de los países de la región, con intensidades y ritmos diferentes. Recordemos que a lo largo de 2006 tanto Brasil como Argentina cumplieron anticipadamente sus compromisos con el FMI y comenzaron a poner distancias reales de ese organismo. En marzo pasado, los once países de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) se propusieron crear un Fondo de Estabilización Regional como forma de prevenir ataques especulativos contra las monedas nacionales, con un fondo de 5.000 millones de dólares. Según los países miembros de la CSN, es una forma de evitar la dependencia del FMI en situaciones de crisis, creando un mecanismo complementario del Banco del Sur.

Sin embargo, para que el banco consiga sus objetivos deberá no sólo inscribirse en la nueva relación de fuerzas regional, sino combatir los efectos de dos décadas de apertura económica y desregulación. El neoliberalismo no es sólo una propuesta económica sino que abarca todos los aspectos de la sociedad. Por eso el Banco del Sur no puede limitarse a competir con el BID, el Banco Mundial y la CAF a la hora de finaciar proyectos para el desarrollo, sino que debe cuestionar las nociones que conforman el núcleo del concepto de desarrollo tal como lo entienden esos organismos.

En primer lugar, trabajar contra el proceso de financierización del planeta que es una de las principales características del neoliberalismo. En paralelo, el tipo de desarrollo a impulsar debe estar vinculado a la soberanía de los pueblos y a la integración, que no pueden asentarse en el libre mercado sino en relaciones igualitarias y fraternas entre pueblos, regiones y naciones. Por lo tanto, la financiación de grandes obras de infraestructura, que es uno de los principales objetivos de todos los bancos en nuestra región, debe dar prioridad a un desarrollo endógeno. Hasta ahora, cuando se habla de infraestructura se piensa en la mejor forma de conectar nuestros países con los mercados globales para colocar los recursos naturales a disposición de las multinacionales y los mercados de los países del Norte.

Por último, el Banco del Sur puede jugar un papel decisivo a la hora de restañar el tejido institucional herido por el neoliberalismo. Para poder implementar este modelo, sus principales beneficiarios -grupos financieros y monopolios- debilitaron y desmantelaron los Estados nacionales. Recuperar la capacidad de regulación y control de los Estados de la región puede ser una de las tareas asignadas a la banca regional.

Son éstas las cuestiones que están en el centro de la agenda regional. El Banco del Sur no está destinado a ser un objetivo en sí mismo sino apenas una herrarmienta para profundizar los cambios en marcha. Ésta es su principal potencialidad: para ello nace y a esos objetivos se subordina. Será, por lo tanto, un banco diferente: sus miembros no deben aspirar a hacer carrera personal, y sus fondos no estarán destinados a acumular ganancias sino a ponerse al servicio de las necesidades de los pueblos y de los excluidos.

 

Raúl Zibechi

Montevideo, Uruguay