EEUU: una cultura de la violencia

EEUU: CULTURA DE VIOLENCIA

Conferencia de obispos católicos de EEUU


Hace algunas décadas, la Comisión Kerner declaraba que la violencia era «tan estadounidense como la tarta de manzanas». Desgraciadamente, esta declaración provocadora se ha revelado profética. Ninguna nación en la tierra, a excepción de las que encuentran en guerra, tiene un comportamiento tan violento como la nuestra, en nuestros hogares, en nuestras cadenas de televisión y en nuestras calles:

-cuando las estadísticas concernientes a los crímenes varían de año en año, nosotros nos enfrentamos a índices de asesinatos, de agresiones, violaciones y otros crímenes violentos más elevados que en las demás sociedades. Se estima que el crimen nos cuesta 674 mil millones de dólares por año. La criminalidad se ha cuadriplicado, pasando de 161 crímenes por 100.000 personas en 1960 a 757 en 1992;

-el lugar donde la violencia es mayor en EEUU no es la calle, sino nuestros hogares. Más del 50% de las mujeres asesinadas en EEUU lo han sido por su pareja o por su expareja. Millones de niños son víctimas de la violencia familiar;

-el número de armas de fuego se ha cuadriplicado: de 54 millones en 1950 a 201 millones en 1990. Entre1979 y 1991, cerca de 50.000 niños y adolescentes estadounidenses perdieron la vida por arma de fuego, lo que equivale al número de estadounidenses que combatieron en Vietnam. Se estima hoy que 13 niños estadounidenses mueren todos los días por arma de fuego. Los disparos son causa de 1 de cada 4 muertes entre los adolescentes;

-nuestros medios de comunicación para la diversión exageran con demasiada frecuencia e incluso celebran la violencia. Antes de dejar la escuela primaria, los niños ven 8.000 asesinatos y otros 100.000 actos de violencia en la televisión;

-no debemos jamás olvidar que la violencia del aborto ha destruido, desde 1972, más de 30 millones de niños que iban a nacer.

En algunas comunidades los menores de veinte años dicen «si yo llego a mayor» y no «cuando yo sea mayor»; prevén su entierro más bien que su futuro. Entre 1985 y 1992 el número anual de jóvenes muertos por armas de fuego pasó de 2500 a 5236.

Cada vez más nuestra sociedad estudia medidas violentas para tratar algunos de los más difíciles problemas sociales: abortos por millares para responder a problemas de embarazos, defensa en favor de la eutanasia y del suicidio asistido para afrontar el peso de los años y de la enfermedad, y la necesidad creciente de la pena de muerte para responder al crimen. Nos inclinamos trágicamente hacia la violencia en busca de respuestas rápidas y fáciles a problemas humanos complejos. Una sociedad que destruye a sus niños, que abandona a las personas mayores y que confía en la venganza carece de referencias morales fundamentales. La violencia no es una solución; es más bien el signo más evidente de nuestros fracasos.

La violencia -en nuestros hogares, en nuestras escuelas, en nuestras calles, en nuestro país y en el mundo- está destruyendo la vida, la dignidad y las esperanzas de millones de nuestros hermanos y hermanas. El miedo a la violencia paraliza y polariza a nuestras comunidades. El culto de la violencia en numerosos medios de comunicación, en la música, e incluso en los video-juegos, está envenenando a nuestros niños.

Nuestras familias están desgarradas por la violencia. Nuestras comunidades están destruidas por la violencia. Nuestra fe está probada por la violencia. Tenemos obligación de dar una respuesta a esta situación.

Nuestra sociedad tiene fundamentalmente necesidad de una revolución moral para remplazar una cultura de la violencia por una nueva ética de justicia, de responsabilidad y de comunidad.

En EEUU los niños pasan 28 horas por semana delante de la TV. Al completar los 18 años han visto 200 mil actos de violencia en la TV, 1 mil de los cuales han sido asesinatos. En el 58% de estos asesinatos, el criminal que aparece en la pantalla no es sancionado. La mitad de esa violencia aparece en los programas y dibujos infantiles. Esta sobredosis de violencia está creando una generación de jóvenes insolentes y agresivos.