Dignidad de la política según mons. Romero

Dignidad de la política según mons. Romero

Carlos Ayala Ramírez


La confianza en la política, en los partidos y en las instituciones llamadas democráticas, es, por lo general, muy baja en sociedades como la nuestra. La crisis de la política suele expresarse en la ruptura que existe entre los problemas que la ciudadanía reclama resolver (pobreza, inequidad, violencia, alto costo de la vida, etc.) y la capacidad que aquélla, la política, tiene para enfrentarlos.

Sin embargo, es indiscutible que la política se hace presente en toda nuestra vida («todo es político aunque lo político no lo es todo»), que los problemas sociales no pueden resolverse debidamente limitándonos al ámbito individual, y que la política puede cumplir una función en beneficio de la sociedad considerada como un todo.

En Monseñor Romero encontramos una práctica que bien puede ayudarnos a encontrar el camino de la dignificación de la política. Él dignificó la política comunicando verdad, luchando por la justicia, promoviendo el bien común, defendiendo los derechos humanos de los pobres. Él fue coherente con esos valores hasta la muerte. Y lo hizo no por hacer carrera política, sino como un servicio, como una vocación motivada por el sufrimiento que desencadenaba la represión y la injusticia social sobre las mayorías del país.

La política de la lucha por el bien común

• Digamos, de entrada, que el poder político existe en función de una sociedad y no por sí mismo. Su fuente es la sociedad, pero la sociedad considerada en su totalidad, no en función de una de sus partes y menos, si esa parte es minoritaria, hegemónica y excluyente. Cuando el poder se usa para potenciar el poder de todos, tenemos un poder que sirve a la sociedad en lugar de servirse de la sociedad. A esto llamó Monseñor Romero la «gran política».

La política de la lucha contra el mal común

El Informe sobre Desarrollo Humano 2005 del PNUD, sostiene que en medio de una economía mundial cada vez más próspera, la pobreza y la desigualdad siguen siendo un mal social que flagela a la comunidad humana, especialmente en los países pobres. Más de 1000 millones de personas malviven en condiciones de extrema pobreza, más de 10 millones de niños no logran llegar a los cinco años de edad. La brecha en la esperanza de vida es una de las desigualdades más fundamentales. Los 2,500 millones de personas que viven con menos de dos dólares al día (el 40% de la población mundial), obtiene sólo el 5% por ciento del ingreso mundial. Monseñor Romero, siguiendo la doctrina de la Iglesia en su más auténtica y vigente interpretación, llamó a esta situación «violencia institucionalizada».

La política del respeto a la dignidad humana

La política pragmática afirma que todo tiene un precio: el candidato, el diputado, el partido, el voto, el proyecto de ley o la ley, las promesas electorales, el conocimiento, la voluntad, etc. Por este camino hemos llegado al divorcio de la ética con la política y, consecuentemente, a considerar la política como un fin, y las personas (ciudadanos) como medios. Esta es la visión, precisamente, que encontramos en Monseñor Romero.

«A la Iglesia no le interesan los intereses políticos o económicos, sino en cuanto tienen relación con el ser humano, para hacerlo más humano y para no hacerlo idólatra del dinero, idólatra del poder; o desde el poder, hacerlos opresores; o desde el dinero, hacer marginados. Lo que interesa a la Iglesia es que estos bienes que Dios ha puesto en las manos de los seres humanos -la política, la materia, el dinero, los bienes- sirvan para que el ser humano realice su vocación» (Homilía de Monseñor Romero, 17 de julio de 1977)

La política de la defensa de los derechos humanos

La paz es fruto de la justicia y la justicia tiene que ver con el ejercicio efectivo de los derechos humanos. Por eso, para una recta política, los derechos humanos -en sus varias generaciones- son una cuestión de vida o muerte: luchar por los derechos humanos es luchar por la vida y combatir la muerte. Violar los derechos humanos es promover la muerte y combatir la vida. De ahí la necesidad histórica y ética de asumir este conjunto de derechos como rectores de la conducta pública. De ahí también la necesidad de reclamarlos y exigir al máximo su cumplimiento. Este fue, en gran medida, una de las prioridades del ministerio de Monseñor Romero.

La política que escucha el clamor de los pobres

La nota dominante del mundo actual es el descuido, la indiferencia y el abandono con el destino de los pobres. Jon Sobrino describe a los pobres como los carentes y oprimidos, en lo que toca a lo básico de la vida material; los que no tienen palabra ni libertad, es decir, a los que se les ha negado su dignidad; los que no tienen nombre ni fecha en el calendario, es decir, a los que se les niega la existencia.

Ignacio Ellacuría planteaba que la recta política, al asumir el clamor de los pobres, está en mejores condiciones para ver la verdad de la realidad y para orientar los cambios que requiere esa realidad. Los pobres nos hacen conocer mejor lo que somos: un mundo injusto e inhumano porque excluye y margina a las mayorías. Según Monseñor Romero, lo inhumano se exacerba cuando se es sordo a ese clamor o, peor aún, cuando se reprime.

La política de la participación ciudadana

La consecución del bien común y la erradicación del mal común (objetivos de la recta política) dependen, en gran medida, de la participación ciudadana. Pero ésta, para que sea cualificada y tenga real incidencia en el cambio social, requiere la existencia de ciudadanos críticos, creativos y cuidadores. Según Monseñor Romero, la necesidad de la actitud crítica viene dada porque hay mucha mentira y poca verdad en la realidad política.

Poner a producir la creatividad a favor de la justicia era uno de los desafíos que proponía Monseñor Romero a los ciudadanos y ciudadanas que se mantenían al margen del proceso político.

La política como servicio humanizador versus la política como opresión deshumanizadora

Hay una fábula bíblica que distingue muy bien entre quien prefiere servir para que haya vida, aunque no tenga poder, y quien busca el poder para oprimir o depredar la vida de otros (corrupción del poder).

Quien más ambiciona el poder no es el que más quiere servir, sino el que quiere imponer sus intereses particulares (partidarios) sobre los intereses generales. Debemos decir que si queremos contrarrestar este modo de hacer política (política prepotente y excluyente), eso implicará la puesta en práctica de lo que algunos han llamado una debida repolitización, es decir: el ejercicio de la política como servicio y recobrar -entre la ciudadanía- el protagonismo en las decisiones que construyen la vida social (encargarse de la realidad política, transformándola).

Monseñor Romero formulaba esta necesidad de la siguiente manera:

«Hermanos, en nombre de Cristo, ayuden a esclarecer la realidad, busquen soluciones, no evadan su vocación de dirigentes. A los partidos políticos, a las organizaciones gremiales, cooperativas o populares, el Señor les quiere inspirar la mística de su divina Transfiguración, para transfigurar también, desde la fuerza organizada, no con métodos o místicas ineficaces de violencia, sino con verdadera, auténtica liberación» (6 de agosto de 1978).

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«La dimensión política de la fe no es otra cosa que la respuesta de la Iglesia a las exigencias del mundo real socio-político en que vive la Iglesia. Se trata de la opción por los pobres, de encarnarse en su mundo, de anunciarles una buena noticia, de darles una esperanza, de animarles a una praxis liberadora, de defender su causa y de participar en su destino. Esta opción de la Iglesia por los pobres es la que explica la dimensión política de su fe en sus raíces y rasgos más fundamentales. Porque ha optado por los pobres reales y no ficticios, porque ha optado por los realmente oprimidos y reprimidos, la Iglesia vive en el mundo de lo político y se realiza como Iglesia también a través de lo político. No puede ser de otra manera si es que, como Jesús, se dirige a los pobres»...

Mons. Romero, La dimensión política de la fe desde la opción por los pobres, discurso en Lovaina al asumir como doctor honoris causa. Vea el texto entero y otros textos y libros sobre Romero, y sus homilías, en su página: www.servicioskoinonia.org/romero

 

Carlos Ayala Ramírez

San Salvador, ADITAL