Desigualdad y políticas mundiales

Desigualdad y políticas mundiales

François Houtart


Las desigualdades en el mundo han aumentado. Los más ricos se hicieron aún más ricos en 2014 y agregaron USD 92.000 millones a su fortuna conjunta. El patrimonio neto de los 400 multimillonarios más ricos del mundo era al 29 de diciembre de USD 4,1 billones, según el Índice de los Multimillonarios de Bloomberg, una lista diariamente actualizada de los más ricos. Y según Oxfam, los super-ricos van a aumentar todavía más en los años que vienen...

«Una información recientemente difundida por el World Ultra Wealth Report del banco suizo UBS-AG –escribe el economista Juan Paz y Miño, de la Universidad Católica de Quito– vuelve a comprobar la escandalosa concentración de la riqueza en América Latina: en Brasil hay 4.015 multimillonarios, con $777.000 millones; en Argentina, 1.100, con $150.000 millones; en Colombia 635, con $80.000 millones; en Chile 515, con $65.000 millones; en Perú 470, con $60.000 millones; en Venezuela 435, con $55.000 millones; en Ecuador 265, con $30.000 millones; en Bolivia 205, con $25.000 millones; en Paraguay 175, con $25.000 millones; en Uruguay 120, con $17.000 millones» (Juan J. Paz y Miño, Piketty y América Latina, en «El Telégrafo», Quito, 09.02.2015).

En el continente latinoamericano hubo un progreso en la erradicación de la pobreza y, en menor medida, de las desigualdades. En la última década América Latina (A.L.) ha aprovechado el alza de los precios de los productos petroleros, de las minas y de algunos sectores de la agricultura de exportación, y todos los países, tanto progresistas como neoliberales, han realizado programas de lucha contra la pobreza.

La desigualdad no se manifiesta solamente en los ingresos, sino que tiene muchos otros aspectos, como el acceso a la educación, la salud y otros servicios públicos. También ella se manifiesta en la concentración de poder económico, político, militar, fruto del desarrollo de políticas imperiales y del establecimiento de bloques. No se resuelve solamente con una lucha contra la pobreza. Si los ricos son más ricos, al mismo tiempo que los pobres salen de la pobreza, la desigualdad puede seguir siendo la misma; es el caso en un país como Brasil.

En la base de las desigualdades sociales del mundo actual se sitúa la lógica del capitalismo. Por una parte, se privilegia la ganancia (valor de cambio) y la acumulación del capital como motor de la economía; la medida del desarrollo humano es el crecimiento y la concentración del capital y de la riqueza. Por otra, se ignoran las externalidades, es decir los daños a la naturaleza y a los seres humanos, que no son pagados por el capital y que influyen mucho sobre la desigualdad.

Un autor como el economista francés Thomas Piketty, ha mostrado que al contrario de lo que dice la teoría clásica, la concentración de la riqueza no favorece el desarrollo económico, y que la disminución de las desigualdades, aun sin poner en cuestión la lógica del sistema capitalista, es favorable al crecimiento. Es por eso que el capitalismo «moderno» no se opone a las medidas estatales que luchan contra la pobreza.

En América Latina, es bastante obvio. Los países neoliberales no han hecho menos que los progresistas, porque disminuir la pobreza significa ampliar la base del mercado. También están a favor de un cierto nivel de formalidad del trabajo, del seguro social, y de un estado estable, elementos todos ellos que crean condiciones favorables a la ganancia y a la acumulación...

Este sistema de concentración de poder económico tiene sus instituciones, tanto legales... como ilegales. En el campo oficial, son las grandes instituciones como el Banco Mundial, el FMI y la organización mundial del comercio (OMC), las encargadas de regular el sistema en función de los principios del mercado. En la esfera ilegal, están los paraísos fiscales, que permiten el reciclaje del dinero criminal (narcotráfico, prostitución, mercado de armas...) y la evasión de las fiscalidades nacionales por parte de las grandes fortunas y las empresas multinacionales.

Las soluciones que se proponen a nivel internacional son varias. En el año 2000, la ONU decidió disminuir a la mitad la pobreza extrema para el año 2015. Hubo unanimidad sobre este objetivo, que sin embargo todavía dejaba a la otra mitad de los pobres sin solución, porque correspondía a intereses compartidos: la ampliación del mercado para unos y preocupaciones sociales y humanitarias para otros.

Los países individuales iniciaron programas de lucha contra la pobreza, como las bolsas familiares en Brasil, los bonos humanitarios en Ecuador... que de verdad han tenido resultados positivos para millones de personas, pero generalmente en una perspectiva asistencialista, creando clientes más que actores. Los Estados posneoliberales de A.L. reforzaron los servicios públicos y el acceso a la salud y a la educación. En China y Vietnam, mecanismos del mercado, actuando sobre una situación de generalización de la austeridad en la dignidad (acceso de todos a los bienes básicos), permitieron a millones de personas acceder a un consumo más alto, pero introdujeron también un nivel muy fuerte de desigualdad.

En los países del centro del sistema capitalista, la crisis de los años 2008-2009, con sus políticas de austeridad, amplió la pobreza y las desigualdades. Las clases del capital utilizaron estas herramientas como nuevos medios de acumulación, y para reducir los logros de las luchas sociales de varias décadas.

Como se puede ver, se necesitan soluciones de fondo que vayan más allá de las políticas asistencialistas, que caracterizan la situación actual, tanto en los países capitalistas como socialdemócratas o «progresistas». ¿Sería suficiente, como afirma Piketty, elevar la tasa de impuesto de los más ricos? No se excluye tal medida, pero eso no toca el fondo del problema. Se trata de crear las condiciones que permitan a todos ser actores sociales.

La desigualdad es un problema complejo que implica todos los aspectos de la vida colectiva de los pueblos. La condición para salir de la desigualdad, afecta a los cuatro ejes de toda vida social: la relación con la naturaleza, para un equilibrio armónico y generalizado, la predominancia del valor de uso sobre el valor de cambio en la organización de la economía, la generalización de los procesos democráticos para permitir la participación, y la interculturalidad.

La institucionalización de una sociedad sin pobreza y sin desigualdades sociales tiene tres niveles: local, nacional e internacional. Al nivel local, se trata de promover una economía solidaria, una agricultura campesina, una participación política, una cultura de la gente común, y los actores son muy numerosos. A la dimensión nacional, la existencia de movimientos sociales autónomos y la constitución por el Estado de instituciones de apoyo a la economía y a la cultura popular son soluciones reales. También el establecimiento de una fiscalidad que afecte a los ingresos más altos. Se trata en cada uno de estos niveles de luchas sociales contra un sistema estructurado en función de intereses de clases, que promueven las desigualdades.

Las instituciones regionales e internacionales también tienen una gran importancia para garantizar la construcción de un paradigma postcapitalista. A nivel internacional, las instituciones que pueden actuar se sitúan a nivel regional y a nivel mundial. Es en A.L. donde los organismos regionales están más desarrollados. En Asia, el ASEAN podría ejercer funciones más extendidas, pero falta la voluntad política de los países, y no tiene funciones más allá de lo económico y lo político en sus expresiones clásicas. Lo mismo ocurre en la Unión Africana.

En A.L. hay tres instituciones que pueden actuar sobre las desigualdades. La primera es el ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América) que agrupa una decena de países. Basada en los principios de complementariedad y solidaridad, opuestos al principio de la competencia del capitalismo, es la única experiencia «postcapitalista». Se trabajó en el campo económico para la solidaridad del abastecimiento de petróleo (Petrocaribe), por apoyo al desarrollo rural (Nicaragua), en el campo social por la «operación milagro», que curó a millones de personas con problemas en los ojos, gracias a la tecnología médica cubana y a la ayuda económica venezolana, y finalmente en el campo cultural, con TeleSur.

La UNASUR (Unión de las Naciones de América del Sur) puede tocar problemas sociales y ambientales, pero todavía no tiene programas precisos en estos dominios. Podría ser el lugar, por ejemplo, de una acción común para salvar la selva amazónica.

Finalmente, la CELAC (Comunidad de Estados de Latinoamérica y Caribe) es un órgano capaz de promover acciones comunes a escala de todo el continente.

Los organismos especializados de las Naciones Unidas, como la FAO, la UNESCO, la OMS, tienen programas que de manera generalmente indirecta, pueden ser favorables a disminuir la desigualdad en los dominios de la agricultura, la cultura y la salud. Solamente una reforma profunda de los organismos financieros podría invertir el papel negativo que juegan actualmente en favor de la reproducción del sistema capitalista esencialmente generador de desigualdades.

 

François Houtart

Profesor en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), Quito, Ecuador