Desigualdad y Poder: Megaminería en la Isla Riesco

Desigualdad y Poder:
Megaminería en la Isla Riesco
 

Gabriela Simonetti Grez


Isla Riesco, Patagonia Austral, territorio en que hasta hace pocos años se vivía sin prisa, industrias o internet. Aún no se instalaba el imperante modelo de desarrollo que confunde desarrollo con la mera creación de riqueza y al crecimiento con la simple explotación de recursos. Pero, como ocurre globalmente, esa visión hegemónica llegó a Isla Riesco con intenciones de quedarse: Mina Invierno, la mina a cielo abierto de carbón más grande de Chile, se instaló en medio de este territorio. Es la primera de cinco minas que pretenden establecerse para extraer carbón y venderlo a termoeléctricas del extranjero y del norte del país. En Chile será quemado en las zonas de sacrificio. Ello conlleva una doble imposición de impactos: unos en la zona de extracción y otros en la de combustión.

El proyecto pertenece a dos de los grupos más poderosos del país: Angelini y Von Appen. Poderosos no sólo por la acumulación de riqueza –ambos lideran algunos de los grupos económicos más fuertes del país- sino además por los profundos nexos que mantienen con los gobiernos de turno. La instalación de la megaminería en Isla Riesco es evidencia irrefutable al respecto. Al aprobarse Mina Invierno, el propio Presidente de la República tenía acciones en una de las empresas dueñas del proyecto y él, personalmente, promovió esta mina como plan de desarrollo para Magallanes, incluso antes de ser aprobada. Recordemos que quienes aprueban o rechazan los proyectos son personas de confianza del mandatario. Estos conflictos de intereses son obliterados por el poder que ostentan los actores involucrados incluso en los medios de comunicación, dejando a la ciudadanía, incluyendo a los afectados por la imposición de esta minera, en franca desigualdad de acción.

Dinero y poder cimentan la desigualdad. En estos nexos se sostiene nuestra institucionalidad, donde el poder se sustenta en la asociación tácita entre quienes gobiernan el Estado y las empresas, en pos de un tipo de desarrollo extractivo y cortoplacista, donde la voz del otro no tiene cabida.

¿Qué herramientas tienen quienes creen en otro tipo de desarrollo?, ¿cómo pueden enfrentar un sistema donde las redes de poder económico, político y mediático no dejan espacio al disenso, a la expresión de alternativas? ¿Cómo puede una comunidad oponerse a la quema de carbón en zonas declaradas de sacrificio, donde se considera a las comunidades y su entorno como dispensables? ¿Cómo pueden resguardarse los modos de vida de quienes habitan territorios como Isla Riesco? ¿Hay espacios para proponer otros desarrollos en Patagonia, cuando cualquier expresión de disidencia es tratada como una traba al crecimiento y no como una propuesta legítima? Una propuesta sostenible, a largo plazo, con respeto a las personas, al ambiente y sobre todo, a la libertad y la diferencia.

En este escenario pareciera que el otro no tiene herramientas para hacer frente a las decisiones que han tomado por ellos y le han impuesto, y que la opción más sensata sería resignarse, y sacar el mejor partido a las decisiones impuestas: el sistema está diseñado para que el otro ceda, y si tiene otra voz, ésta sea desprestigiada, tergiversada o minimizada.

Entonces, ¿por qué hay comunidades que invierten décadas defendiendo la vida que eligieron tener y otros les quitaron o pretenden cambiarles? ¿Por qué sumarse a bregar contra una minera perteneciente a grandes empresas, donde pareciera que la disputa está perdida? Simple: creemos que un futuro distinto es posible, que existen otras formas de desarrollo que deben ser escuchadas y respetadas como visiones legítimas. En una verdadera democracia se respetan todas las voces y pueden coexistir las diferencias. Distintas visiones son debatidas y democráticamente aceptadas, sin las imposiciones amparadas por la desigualdad, el poder del dinero, las redes de contactos, los medios y una feble institucionalidad. Mientras eso no pase, el dar la batalla por lograrlo es ganar la batalla. El silencio y la reclusión frente a la injusticia perpetúan la desigualdad e incrementan el poder de unos sobre otros. La lucha no es sólo detener una mina; es por defender el derecho a un presente y futuro distinto.

Quien pierde es el que calla. Que la voz de quienes esperan contribuir a un mundo diferente y más igualitario sean más que el sordo ruido del poder y la desigualdad. Sumemos voces.

No caigas en el peor de los errores: el silencio.

La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes (W. Witman).

 

Gabriela Simonetti Grez

Isla Riesco, Patagonia, Chile