Declaración de Nicaragua

Declaración de Nicaragua


 
NOSOTROS, Pueblo Nicaragüense,
peregrinos por la Paz y la Justicia para una Nueva América,
convocados bajo el signo de la Esperanza, queremos manifestar al mundo que:

INVOCANDO
al Dios de todos los nombres
Yavé, Tamagastad, Cipatonad, Quetzalcóatl, Obatalá, Olorum…
a los Patriarcas Indígenas de Abya Yala:
Diriangén, Lempira, Tecún Umán, Caonabo, Guaracuya, Agueibana…
a los 500.000 nicaragüenses masacrados por Pedrarias Dávila y los Contreras
y todos los indígenas del Continente mártires por la libertad y la dignidad de sus pueblos

a los 10 millones de negros desembarcados en nuestro Continente
con la señal del bautismo marcada a fuego sobre su carne esclavizada,
a Antonio de Valdivieso y Oscar Romero,
primero y último obispos mártires de América Latina,
a los héroes y mártires conocidos y anónimos y hasta desaparecidos
de la lucha secular de nuestro pueblo contra todos sus opresores y agresores,
y a todos los que a pesar de esta hora del Imperio se resisten a la desesperanza,

DECLARAMOS
que, después de 500 años,
persiste la invasión del imperio sobre las etnias aborígenes de nuestro Continente,
que los indígenas siguen siendo expropiados y postergados en su propia tierra,
que prosigue la marginación de los negros en nuestras sociedades,
que la mujer continúa siendo tratada como objeto o como persona de segunda categoría,
que se perpetúa e incluso aumenta la violación y destrucción de la naturaleza,
que los ricos siguen enriqueciéndose a costa de que los pobres sigan siendo empobrecidos,
y que la Cruz de Jesús es también hoy utilizada, como hace 500 años,
para legitimar la prepotencia del Primer Mundo, en su mayor parte Occidente «Cristiano».
Pero señalamos que, a pesar de todo ello, nosotros

PROCLAMAMOS
nuestra recobrada fe en Abya Yala,
en sus valores autóctonos, humanos, culturales y religiosos;
nuestra pasión por la «Patria Grande», América Latina,
simultáneamente indígena, negra, mestiza, criolla, joven, femenina y masculina…
nuestra esperanza indefectible en la posibilidad de la Utopía del Reino,
por la que tantos militantes y luchadores del Continente han dado su sangre y hasta su vida;
nuestro compromiso de seguir luchando, desde este Kairós de América Latina,
por un nuevo amanecer para todo el Tercer Mundo,
sin carabelas ni conquistadores, sin imperios ni colonias,
hasta que sea posible una fraternidad mundial tan comunitaria y solidaria
como la que nos dejaron en herencia nuestros ancestros de Abya Yala.

En Managua, 12 de febrero de 1992.