Cambiando la mirada

 

Del pensamiento moderno al pensamiento complejo

Cruz Prado San José , Costa Rica

 

«Los descubrimientos de Newton proporcionaron un marco fiable en el que pudo desarrollarse la moderna ciencia occidental, pero cuando el siglo XX adoptó un nuevo punto de vista, descubrió que el marco newtoniano era un caso especial dentro de la realidad mucho más amplia. Según la teoría de la relatividad, el espacio no es algo fijo e inmutable, como tampoco lo es el tiempo. Las ideas de sentido común sobre causa y efecto no son válidas en la teoría cuántica, y ahora parece que los objetos deben conocerse más por sus relaciones, que por cualquier característica fija e independiente». George Leonard, El pulso silencioso. 

 

Las acciones humanas se asientan en las emociones a partir del conocimiento que los seres humanos tenemos de la vida, en las percepciones e interpretaciones que hacemos de la misma, y en las construcciones y/o proyectos que somos capaces de imaginar, de soñar. El modo de acceder a esta información es a partir de los descubrimientos científicos de cada época, y así es cómo desde que el ser humano –hombre y mujer– habitó la tierra se dio inicio a una larga cadena de descubrimientos e inventos para satisfacer sus necesidades.

Entre los primeros descubrimientos e inventos que trajeron grandes cambios a la vida del ser humano podemos recordar: el fuego, la rueda, la escritura y muchos otros que permitieron mejores condiciones de supervivencia a los primeros humanos. A estos inventos siguieron otros, como la imprenta, la telecomunicación, los automóviles... y muchos más, que ayudaron a mejorar los niveles de socialización del ser humano.

Así como estos ejemplos, podemos seguir mencionando muchos más, que marcan las diferentes épocas y son el reflejo del avance de la ciencia. Cada época está dentro de un paradigma; cada paradigma es un marco de referencia para entender y explicar ciertos aspectos que conforman nuestra percepción de la realidad. Por lo tanto, un cambio de paradigma supone un modo nuevo de enfocar antiguos problemas. Por ejemplo, durante un tiempo se creyó que la tierra era plana y que al final había un abismo; también se creía que la tierra era el centro del universo. Sin embargo, los avances científicos y el descubrimiento de América aportaron a la creación del paradigma moderno la información necesaria para demostrar que la tierra es esférica y que gira alrededor del sol. A partir de esto cambiaron todas las relaciones en el mundo occidental: las económicas, sociales, geográficas, religiosas, culturales...

Es sabido, que los conocimientos humanos se duplicaban cada diez años.... En las últimas décadas del siglo XX, recién terminado, se han obtenido más conocimientos científicos que en toda la historia de la humanidad y se ha iniciado un nuevo siglo con tres acontecimientos científicos de enormes repercusiones: la revolución cuántica: el átomo, la revolución molecular (ADN) y la revolución informática.

Todo paradigma implica la construcción de modelos, que constituyen representaciones del mundo en que vivimos, estableciendo analogías con las ciencias humanas y sociales. Después de cierto tiempo, cada paradigma empieza a experimentar contradicciones, se producen grietas, con lo que el proceso vuelve a repetirse. Es así como la ciencia va ensanchando los descubrimientos y los avances. El paradigma de la modernidad, construido en la tradición cultural de Occidente y fundamentado en el pensamiento de Aristóteles, se basa históricamente en la lógica y la acción política con las aportaciones, primero, de Descartes y, después, de Newton. Dicho paradigma evidencia una forma de ver el mundo y la vida: mecanicista, lineal, objetivista y fragmentada, cuyas características más importantes son las propiedades y comportamientos de las partes, que determinan el todo.

La realidad está compuesta por objetos materiales sujetos a leyes físicas, objetivas e independientes de la persona que las mira. El conocimiento desde esta perspectiva es fragmentado, y las cosas se dividen en partes.

El pensamiento es dicotómico, las cosas son contrarias o complementarias. El mundo pasó a ser como un conjunto de bloques o piezas mecánicas interrelacionadas y, supuestamente, gobernadas por leyes universales, necesarias e inmutables. Este pensamiento lineal, fragmentado y mecánico permea a lo largo de varios siglos todas las convenciones sociales, morales, legales, así como los protocolos de investigación que establecen qué es lo que se considera dentro del pensamiento positivista: qué es ciencia.

El problema de fondo es que somos hijos e hijas de ese racionalismo instrumental moderno, afirmando que el mundo puede ser descrito objetivamente, moldeado y regulado por las teorías que privilegian lo cuantificable, lo previsible y lo concreto, rechazando cualquier explicación basada en fenómenos subjetivos. Esta forma de pensar resolvió problemas esenciales de supervivencia, pero generó muchos otros, como el proceso de acumulación inherente al sistema productivo, que a la misma velocidad incrementa todo tipo de desigualdades y agresiones.

Como el conocimiento es poder, lastimosamente el poder se refleja en lo político y en lo económico, y su concentración se evidencia en los que tienen mucho y los que no tienen, haciéndose una diferencia entre los seres humanos que resulta dañina, pues lo que queremos es que todos los seres humanos tengan lo que necesitan para vivir dignamente.

De este modo, cualquier pretensión de cambio social, ambiental o de comprensión de la realidad, requiere una reelaboración desde otros modelos mentales, es decir, desde otro paradigma. Se trata de ver con otros ojos, de cambiar la mirada.

En ese sentido, estamos viviendo la compleja transición de un cambio de época, pasando por un inevitable momento de bifurcación, interactuando en la turbulencia de un mundo moderno en rápida transformación. Estamos caminando hacia otro sistema diferente, pues el presente ya ha agotado casi todos sus mecanismos de sustentación. Estamos pasando de un paradigma a otro. Estamos viviendo en un mundo en el que el mayor cambio es el ritmo mismo del cambio.

La ciencia se ha convertido así en un gran relato: biología molecular, teoría del caos, redes neuronales, fractales, complejidad, biodiversidad, equilibrio dinámico, lógica borrosa, hipótesis Gaia, realidad virtual, inteligencia artificial, ciberespacio, incertidumbre...

El destino de la humanidad depende de la capacidad que tengamos de asumir el desafío frente a «los nuevos modos de ser, de sentir, de pensar, de valorar, de actuar, de rezar», que necesariamente conllevan, según Leonardo Boff, «nuevos valores, sueños y comportamientos, asumidos por un número cada vez mayor de personas y comunidades»

 

El premio Nobel Ilya Prigogine afirmó que «estamos en un momento apasionante de la historia, tal vez en un punto decisivo de giro», y Fritjof Capra lo llama El Punto Crucial, que se caracteriza por el surgimiento de una nueva visión que se resiste a encajar en el esquema newtoniano, excesivamente mecanicista. Hemos pasado de un «paradigma de relojería» en el que todo era mecánicamente predeterminado, fijo y lineal, a otro mucho más abierto, flexible, holístico y ecológico, que exige «una transformación fundamental de nuestros pensamientos, percepciones y valores», una profunda modificación de la mayoría de las relaciones sociales, y de las formas de organización. Los descubrimientos de la teoría cuántica y de la relatividad, es decir, de la nueva física, señalan que no hay objetividad, y que somos nosotros mismos, por la calidad y el modo de nuestra percepción, quienes generamos y creamos la realidad tal y como ella se desenvuelve, e implican una ruptura epistemológica radical respecto a la percepción mecanicista anterior. No podemos interpretar, entender el mundo, hablar del mundo, sin examinarnos, sin llegar a entendernos a nosotros mismos (Joost Kuitenbrouwer). Este nuevo escenario mundial implica la pérdida del paradigma que nos presidía, y requiere de nuevas respuestas en todos los órdenes, político, económico, ecológico y cultural (Francisco Gutiérrez).