25 palabras zapatistas

25 palabras zapatistas
para meditar en toda la Amerindia


La paz que ahora piden algunos siempre fue guerra para nosotros.

Ni con todos los soldados federales alcanzarían a tapar todos los caminos que siguió antes nuestra miseria y ahora sigue nuestra rebeldía.

Queremos paz con justicia, respeto y dignidad. No viviremos más de rodillas.

En nuestro corazón también vive la esperanza.

Nuestra voz empezó a caminar desde siglos y no se apagará nunca más.

El uso de pasamontañas para ocultar nuestro rostro es una vacuna contra el caudillismo.

Aquí estamos nosotros; los muertos de siempre murieron otra vez, pero ahora para vivir.

Ya basta de morir de muerte inútil, por eso, mejor pelear para cambiar. Si ahora morimos, ya no será con vergüenza, sino con dignidad, como nuestros antepasados.

Los compañeros decidieron lanzarse para responder al decreto de muerte que les da el Tratado de Libre Comercio, con el decreto de vida que les da alzarse en armas para exigir la libertad y la democracia.

El detonante de Chiapas ha sido la falta de tierra.

Queremos que los pasos de todos los que caminan con verdad se unan en un solo paso.

Queremos que haya un cambio. Queremos que haya una revolución, una vida nueva, una sociedad sin tanta injusticia.

Fue el mismo pueblo el que dijo «ya, ya empecemos». El pueblo nos ordenó empezar.

Hay en nosotros un solo rostro y un solo pensamiento. Nuestra palabra camina con verdad. En vida y muerte seguiremos caminando. No hay ya dolor en la muerte, esperanza hay en la vida. Escojan.

La muerte es nuestra. Ahora decidimos controlarla.

No estamos de acuerdo en que nuestro país se venda al extranjero.

Hay que negociar un estatuto de autonomía (indígena), donde nuestro gobierno, nuestra estructura administrativa, sea reconocida por el gobierno (federal) y podamos convivir.

Y cuentan los viejos más viejos que el viento, la lluvia y el sol le dicen al campesino cuándo debe preparar la tierra, cuándo debe sembrar y cuándo cosechar. Y cuentan que también la esperanza se siembra y se cosecha. Y dicen los viejos que el viento, la lluvia y el sol están hablando de otra forma a la tierra… que es la hora de cosechar rebeldía. Así dicen los viejos. Los poderosos escuchan, no alcanzan a oír, están ensordecidos por el embrutecimiento que los imperios les gritan al oído.

¿Quién tiene que pedir perdón, y quién puede otorgarlo? ¿Los que durante años y años se sentaron ante una mesa llena y se saciaron, mientras con nosotros se sentaba la muerte, tan cotidiana, tan nuestra, que acabamos por dejar de tenerle miedo?

Como indígenas creemos y sentimos que tenemos la capacidad para dirigir nuestro destino. Creemos que nuestro pueblo es capaz de gobernar a su pueblo. No hay necesidad de que nos anden llevando de la mano…

Como indígenas necesitamos autonomía propia, necesitamos esa identidad, esa dignidad.

Esperamos de toda la sociedad mexicana una reacción favorable hacia las Causas que originan este movimiento, y que son justas. Podrán cuestionar el camino, pero nunca las Causas.Fuimos muchos los que quemamos nuestras naves esa madrugada del primero de enero y asumimos este pesado andar con un pasamontañas amordazando nuestro rostro. Fuimos muchos los que dimos este paso sin retorno, sabiendo ya que al final nos espera la muerte probable o el improbable ver el triunfo. ¿La toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo.

¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber

aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo entero que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes más empobrecidos?